Señor Director:
A contar de este sábado cerca de 15 millones de personas estaremos en Cuarentena. Una medida dolorosa pero que tiene, como finalidad, disminuir los índices de positividad y movilidad asociados a la pandemia del COVID-19.
En este contexto da la sensación que, socialmente, se ha instalado una suerte de “desobediencia civil” por parte de las personas, un acto que en sí mismo implica hacer caso omiso al cumplimiento y respeto de las medidas promovidas por las autoridades.
Aquí bien vale entender que por más acciones que el Ministerio de Salud y el Gobierno implementen si estas no van de la mano con un compromiso real por parte de las personas, especialmente en materia de cumplir las medidas de autocuidado, es poco probable que superemos esta coyuntura sanitaria. Cuestiones básicas como el correcto uso de la mascarilla o respetar las restricciones de desplazamiento parecieran no importar a una mayoría indiferente, que siguen sin entender que esta pandemia es global y ha cobrado vidas. Por el contrario, en algunos casos, esta fragilidad ha sido usada para intentar sacar dividendos políticos mínimos donde la premisa es la crítica permanente pero sin propuestas, sin diálogo y sin entender la importancia del necesario llamado a la unidad.
Chile ha hecho las cosas bien y prueba de eso son el proceso de vacunación y que a ninguna persona, que lo ha requerido, le ha faltado una cama UCI. De seguro han habido errores, pero la cuestión es por qué tenemos que esperar que nos impongan sanciones, y restricciones a nuestra libertad para entender que estamos ante una situación crítica. ¿Por qué tenemos que esperar que nos digan lo que tenemos que hacer, si las recomendaciones son diarias y de público conocimiento? Pareciera ser que, lamentablemente como país, nos estuviéramos malacostumbrando al asistencialismo y a echarle la culpa a otros, en vez de asumir las consecuencias de nuestra irresponsabilidad.
Rodrigo Durán Guzmán