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El historiador y experto en fenomenología delictual, Gustavo Campos, asegura que los desmanes que marcaron el arranque de las manifestaciones en Ñuble, “no son necesariamente hechos cometidos por delincuentes”.
Habla de los locales destrozados (como el CrediChile) las vitrinas apedradadas y señaléticas o bancas de plazas destrozadas que dejó la jornada del primer fin de samana, sin contar los saqueos que se repitieron hasta el jueves.
El profesional de la Universidad del Bío-Bío dice que si Ñuble hasta ahora mantuvo una actitud pacífica en cada manifestación, marchas ciudadanas o protestas públicas “es porque Ñuble es parte de la cuenca de la depresión intermedia que nació en los campos con patrones, hacendados, latifundistas y güeñes, inquilinos y todo el peonaje que por siglos le tuvo un respeto enorme a su patrón y a toda la autoridad”.
Sin embargo, plantea que “estos jóvenes no conocieron a este tipo de patrones. Conocen a los de ahora, capitalistas, cortoplacistas y competidores a los que no respetan ni les temen”.
Pero Campos va más allá. “Estos jóvenes que son la mayoría en estas manifestaciones son los que no votaron. Son esos jóvenes a los que los adultos ridiculizan y minimizan llamándoles ignorantes, millenials, ninis y todas esas caricaturizaciones, lo que nos ha evitado el trabajo de conocerlos. No los conocemos, no sabemos qué quieren, qué piensan ni en qué creen y, la verdad, nos dieron una lección”.
“No nos representan”
Juan Poblete, 32 años, dice que ha participado en numerosas marchas y en diferentes ciudades, incluyendo Santiago. “Yo empecé a votar, pero solo cuando se hizo voluntario. Pero la verdad no sirvió de nada”, plantea.
Sus razones para protestar son muchas, como “el sufrimiento de mis papás en dictadura, la desesperanza de que mis hijos vivan en esta mierda”, resume.
Sin embargo, hoy ve algo diferente a las marchas de antes. “Estos jóvenes tienen valentía y eso lo admiro. Antes los colegios nos prohibían protestar con la corbata, hoy a ellos no les importa nada porque el enojo, la rabia y la disconformidad les da la razón. Si hubo vandalismo es porque esto ya sobrepasó también a los que se estaban aguantando”, dice.
Quien nunca ha votado es el estudiante de Cine (en Valparaíso) Carlos Cubillos.
Ni derechas ni izquierdas son parte de su vida. “Yo tengo una página web donde me dedico a hacer memes, como muchos de mi generación a quienes nos gustan los cómics, las películas y la música y lo que hemos aprendido de eso, lo sacamos a la calle ahora”, explica.
Cubillos observa que “los milicos están en la calle en su contra, no quieren hacer lo que están haciendo, pero obedecen órdenes de los políticos que lo ensucian todo. Y el vandalismo que hubo acá, también pasó en otras comunas chicas del país porque es una generación globalizada, pero somos una generación que los políticos no conocen y si no se han dado el trabajo de conocer, no nos pueden representar”.
“Lo hicimos en cuatro días”
“Sí hubo vandalismos, cosa que no comparto,pero entiendo; si hubo manifestaciones de este porte es porque se juntaron muchas cosas. Demasiadas, la opresión y los abusos son tantos que lo que veo es que las personas de esta generación ya perdieron el miedo porque no tenemos nada que perder. No le puedes tener miedo al que te oprime, hay que derrotarlo”.
Las reflexiones son de tres jóvenes de entre 18 y 19 años que se manifestaban en la Plaza de Armas. Maximiliano Sobarzo, Angela Sobarzo y Emelie Mora dicen que “esto no es vandalismo, hay mucho de pacífico, hay mucho de unidad. Hoy Chile está más unido que nunca, nos estamos juntando, apoyando por primera vez, dejando las diferencias de lado y reconocer que son más las cosas que nos unen”.
Como corolario, Maximiliano invita a que “no se queden con lo de los vandalismos. Nosotros hemos hecho en cuatro días lo que la gente que nos critica no pudo hacer en 30 años”.
Autoridad para analizar, sin duda, tiene Hilda Miranda (68 años), parte del comité “Verdad y Justicia” de Ñuble, quien ha “estado en todas las marchas que ha habido en Chillán, desde el ‘73”.
“Estos jóvenes no tienen límites. Se manifestan como quieren y contra lo que quieren porque no tienen el trauma que nosotros le tuvimos a los militares después del Golpe. Nosotros crecimos y le transmitimos a nuestros hijos, que hoy también son adultos, ese trauma. Pero ellos, los cabros de 14 ó 20 años, no lo tienen”.
Dice que, si se han mostrado extremos es porque “saben que corren el riesgo de ser la generación más pobre. Difícilmente podrán comprarse una casa o ir a la universidad y además, deberán competir contra la robótica y la inteligencia artificial que reemplazarán los trabajos. Para ellos, esto es el todo o nada”.
El vandalismo se fue desvaneciendo con los días en Ñuble. Pretender que no volverá es el mismo error que supone el querer encasillar a estos jóvenes. “No los conocemos”, como dice Gustavo Campos y “será mejor no pretender saber cómo actuarán”, advierte.