Señor Director:
La desmotivación entre los estudiantes y el aumento de conductas violentas reflejan un sistema educativo que, en muchos casos, no conecta con sus necesidades ni realidades de los jóvenes, llevando a muchos de ellos a abandonar las aulas y atraparlos en un ciclo de apatía que afecta su futuro y el tejido social.
Si bien las causas de esta crisis son multisistémicas, no podemos ignorar que mantenemos un sistema educativo basado en paradigmas antiguos, desconectados de las necesidades actuales de desarrollo y aprendizaje humano. Este modelo, originado en el siglo XIX, ha quedado obsoleto frente a los avances en neurociencia, que nos ofrecen una comprensión más profunda de cómo aprende y se desarrolla el cerebro. Es crucial evolucionar hacia una educación que utilice este conocimiento, integrando el aprendizaje con la vida cotidiana de estudiantes, docentes y familias para construir experiencias más significativas.
La neurociencia muestra que el aprendizaje se fortalece cuando los niños y jóvenes encuentran significado en lo que estudian y cuando los ambientes de aprendizaje fomentan la curiosidad, la motivación y el bienestar emocional, factores esenciales para activar redes neuronales que promueven el pensamiento crítico y el compromiso auténtico con el conocimiento.
Es fundamental que el sistema social y político contribuya a cerrar esta brecha, ofreciendo espacios que promuevan la transferencia de conocimientos y el apoyo a las instituciones educativas. Solo así lograremos construir un ecosistema donde la escuela, la familia y la sociedad trabajen de manera conjunta para el desarrollo integral de nuestros hijos.
Carol Bazignan Guerrero
Académica de VcM de Facultad de Psicología y Humanidades USS