Hay varios modos de leer los resultados de ayer, pero todos convergen en lo mismo: Gabriel Boric obtuvo un triunfo contundente y legítimo en su representatividad, con una histórica participación de 52% del electorado que lo convierte en el Presidente más votado en la historia de Chile.
Se esperaba una contienda estrecha, pero con su 55,87% de los sufragios (4.619.109 votos), el diputado por Magallanes aventajó por más de 11 puntos José Antonio Kast, quien alcanzó un 44,15% (3.648.987) de las preferencias a nivel país, no así en Ñuble, donde el candidato de la derecha se impuso en las 21 comunas, en varias de ellas con más del 65% de los sufragios válidamente emitidos.
Aunque con el paso de los días los datos electorales podrán procesarse adecuadamente, todo indica que Boric tuvo la capacidad de ampliar su base electoral a lo largo y ancho de Chile, sumando nuevos electores que tradicionalmente votan por la centro-izquierda, como también de atraer a un buen número de democratacristianos y votantes de Franco Parisi.
En efecto, el triunfo del exlíder estudiantil no se hubiera gestado sin el giro programático que realizó y que llegó incluso a incomodar a los sectores más extremos del Partido Comunista, conglomerado que participará del nuevo gobierno, aunque su rol, más o menos protagónico, es una incógnita.
En tanto para la derecha, después de este golpe de nocaut a sus aspiraciones de conservar el Gobierno, comienza un duro camino que seguramente estará plagado de recriminaciones, tanto de cuestiones tácticas, como de otras más profundas que tienen que ver con sus postulados.
En efecto, lo que se definió ayer es más que un cambio en la correlación de fuerzas, pues la derrota de su candidato es sinónimo de debilitamiento programático, de un equivocado camino de ir con todo por el poder, sin reparar en la política arquitectónica de acuerdos que Chile necesita para superar la crisis institucional y social que sigue latente.
Precisamente, la campaña de Boric se reinventó en segunda vuelta con un discurso más moderado, pero que también fue más creíble, aguantando las presiones internas de los extremos e imponer su estrategia de alianzas.
“Sé que la historia no parte con nosotros. Me siento heredero de una larga trayectoria histórica, la de quienes, desde diferentes posiciones, han buscado incansablemente la justicia social, la ampliación de la democracia, la defensa de los DDHH, la protección de las libertades. Ésta es mi familia grande, a la que me gustaría ver de nuevo reunida en esta etapa que ahora iniciamos”, dijo en su primer discurso como presidente electo.
Privilegiar el diálogo es un aspecto que el nuevo Gobierno deberá considerar, pues la amplitud de su ventaja en la elección presidencial no tiene correlato en el Congreso, por lo que deberá negociar para obtener la mayoría legislativa que potencialmente le permita materializar su programa de gobierno.
En tal sentido, su alocución de anoche contiene claves trascendentes y sus palabras estuvieron más cercanas a un camino evolutivo que a un ánimo revolucionario.
Para Gabriel Boric, el gran desafío doméstico será atenuar la desconfianza de los mercados y los agentes económicos, que están expectantes frente a qué versión mostrará: la de primera vuelta, con un programa refundador, o al líder del ballotage que terminó invitando al mismísimo José Antonio Kast “a construir puentes para que nuestros compatriotas puedan vivir mejor”
Otro reto será su relación con el Congreso. Si bien el Gobierno de Piñera también fue minoritario en la Cámara y en el Senado, Boric será el primer presidente en contar con minoría, incluso bajo el tercio de su propio pacto. Será clave capitalizar los apoyos del pacto electoral que lo apoyó en segunda vuelta, como también cruzar la vereda ideológica si quiere llevar a cabo su programa político.
A nivel local, la principal interrogante en el corto plazo es la renovación que deberá producirse en la burocracia pública y conducción de la Región de Ñuble, donde seguramente habrá cambios de autoridades como el delegado presidencial (figura que Boric prometió eliminar) y seremis, que deberán dejar sus puestos a representantes designados por el nuevo Mandatario. Varios nombres ya suenan para ese cometido, considerado por muchos como una plataforma privilegiada para cualquier futuro cargo de representación popular a nivel regional.
Al Presidente electo se le cobrarán promesas como una reforma tributaria (sería de carácter gradual, según precisó en los últimos debates), implementar el fin de las Instituciones de Salud Previsional (Isapres) bajo el paraguas de un nuevo sistema de salud y la modificación al sistema de pensiones, probablemente la mayor aspiración de la sociedad chilena.
¿Cómo logrará, política y materialmente, cumplir esas promesas? La respuesta a esta pregunta comenzará a insinuarse recién con la conformación de los equipos de la nueva administración, con las prioridades que fije en la futura agenda legislativa y con la celeridad o prudencia con que las lleve adelante, buscando los grandes acuerdos que han sido habituales en toda la legislación chilena trascendental.
Siendo así, desde hoy mismo Gabriel Boric -y tanto más desde el 11 de marzo, cuando ingrese a La Moneda- tendrá que procurar una arquitectura que le permita cumplir las expectativas que ha creado, para canalizarlas hacia las transformaciones que la sociedad chilena viene reclamando: avanzar con los esfuerzos transformadores y demandas sociales, lo mismo que reactivar una economía dañada duramente por la pandemia. De ser así, el descendiente de croatas no solo pasará a la historia por ser el Presidente más joven en la historia de Chile, sino también porque será el Mandatario que trasponga la meta tantas veces invocada, pero aún no alcanzada, del desarrollo con equidad social y territorial.