Las razones de la baja competitividad de Ñuble y las propuestas para superar ese rezago que muestra su economía respecto de otras regiones del país, es la gran pregunta que nos espera una vez superada la actual crisis sanitaria y la instalación de nuevas autoridades regionales.
Diferentes estudios y la propia estrategia regional de desarrollo detectan varios desafíos primarios, en especial la necesidad de aprovechar las oportunidades del potencial agroalimentario de la Región y a las instituciones de educación superior existentes en la zona, varias de ellas con capacidad de generar investigación especializada.
Destaca en este sentido el liderazgo que ejerce la Universidad de Concepción, una de las tres universidades complejas más importantes del país, cuya vinculación con el mundo productivo se mantiene por décadas, donde han estudiado y realizado diferentes propuestas para desarrollar sustentablemente los territorios, con cientos de proyectos relacionados con la agricultura, el mejoramiento genético y el desarrollo de nuevas variedades de cultivos.
En este esfuerzo también se han sumado fuertemente en la última década el INIA, a través del centro Quilamapu, y la Universidad del Bío-Bío, con importantes avances en el ámbito de los alimentos e ingredientes.
Aquello confirma que hay capital humano, experiencia y redes que pueden ser muy útiles a la hora de configurar una hoja de ruta que se haga cargo del potencial agroalimentario y de modernizar su matriz industrial, dominada por la producción forestal-maderera.
En materia de exportaciones, por ejemplo, más de dos tercios dependen del rubro forestal, mientras que la agroindustria se basa apenas en la inulina y algunos pocos productos hortofrutícolas con baja agregación de valor, pues corresponden a fruta fresca, en desmedro de subsectores como los congelados, las conservas, los deshidratados y los jugos, que no tienen un peso significativo en la canasta local.
Es claro que se requiere un impulso modernizador potente, fruto de un trabajo público-privado, con una política de incentivos audaz, para lo cual las autoridades tendrán nuevas herramientas derivadas de recientes cambios legales, pero sobre todo se necesitará el compromiso del empresariado y de los agricultores de incorporar innovación y conocimiento a sus actividades productivas.
Detenernos en este tema es pertinente en medio de la actual crisis económica derivada de la pandemia, que amenaza con profundizar el rezago en materia de empleos, salarios y productividad. Por lo mismo, habrá que seguir también con atención el arribo de nuevas autoridades y las propuestas para generar un escenario favorable para consolidar el despegue definitivo de nuestra principal vocación productiva.
A no dudarlo, solo una industria agroalimentaria diversificada, moderna y competitiva, hará mover la aguja de nuestra economía y tendrá un real impacto en el desarrollo futuro de Ñuble.