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Nuevamente los trigueros están en apuros. Los precios que se están pagando en Chile no dicen relación con los valores internacionales. No se debe olvidar que Chile importa el 50% del trigo que consume, lo que explica la importancia del precio internacional.
Además, esta temporada hay un problema que no se veía hace tiempo, y es que todavía hay trigo guardado del verano pasado, debido a que se importó mucho y a que un gran número de productores del sur guardó el grano, pensando que una vez más sufrían la manipulación de la molinería. Sin embargo, la realidad era que el precio internacional ya venía a la baja y finalmente no pudieron venderlo durante 2023.
La semana pasada los molinos en Ñuble pagaron entre $220 y $230 por kilo de trigo duro, cifra que está bajo los costos de producción, así como también distante de los $272 que es hoy el costo alternativo de importación de trigo argentino, y muy lejano a los $360 que se pagaban el año pasado en igual fecha.
Los productores saben que aquel valor hoy es imposible de alcanzar, no así los $270 que los molinos pagan por grano importado que es de igual calidad que el chileno, y que incluye costos de flete, de guarda y costos financieros. De modo que el reclamo de los trigueros locales es más que justificado, pues si los molinos pagaran lo mismo por la producción nacional, no estarían expuestos a la crisis que hoy sufren, con pérdidas que pueden dejar a muchos heridos en el camino.
Igualmente, es falaz el argumento de que ese diferencial de $40 que emparejaría la cancha con el trigo importado lo terminaremos pagando los consumidores al comprar pan, ya que su actual precio está en línea con el precio del trigo de 2021, cuando llegó a costar $500. O sea, margen hay.
Pero la molinería no sabe de soberanía alimentaria, y por eso es que los productores desde diciembre advertían sobre la necesidad de que Cotrisa entrara al mercado a comprar trigo, para influir positivamente en el precio del cereal. Finalmente, la empresa estatal recibió la semana pasada la orden desde el Ministerio de Agricultura, lo que a juicio de los productores locales es una reacción tardía, de modo que su intervención no tendrá el impacto esperado.
No es la primera vez que los trigueros están complicados, ni la primera en que Cotrisa se duerme, sin embargo, el reclamo de los productores debe ser atendido no solo para esta temporada, sino que como un llamado a la autocrítica por parte de las instituciones del Estado, a evaluar el rol que se le asignará a los cultivos tradicionales en el contexto del desafío de ser potencia agroalimentaria. ¿Existe la voluntad por utilizar los mecanismos y la institucionalidad para proteger a este sector? No se trata de implementar una política proteccionista, pero sí de ser consecuentes y potenciar un sector clave del mundo rural y del agro, de generar herramientas de fomento y también de identificar a tiempo y sancionar eventuales prácticas colusivas que introducen graves distorsiones de precios. Es un deber con el trigo y su gente.