Señor Director:
El 2021 se ha caracterizado por presentar una inflación mayor a la observada en los últimos años, acumulando un 2% en el primer semestre. El Banco Central establece una meta de un 3% anual como ancla nominal, con un rango de movimiento del 2% al 4%. Si bien, según estas cifras, estamos dentro de los márgenes del BC, no se puede desconocer que la inflación de los últimos meses ha sido superior a lo que venía teniendo el país.
Uno de los ítems que más ha subido sus precios en el último año es el transporte, que incluye no sólo el precio de los combustibles, sino también el precio de los automóviles y sus repuestos, o los servicios de transporte en diversos formatos.
Los combustibles llevan más de 30 semanas con alzas consecutivas, lo que impacta en las personas si usan su vehículo particular o el transporte público. Por otro lado, durante el 2020 y este año se ha experimentado la mayor alza en el precio de los vehículos, generado por problemas de oferta en un comienzo de la pandemia y agudizado por un exceso de demanda debido a la mayor liquidez de las familias dada por los retiros de las AFPs.
Por último, el efecto en el costo del transporte es transversal, pues considerando nuestra geografía, los productos llegan a zonas estratégicas (los puertos de San Antonio, San Vicente, por ejemplo) y después deben distribuirse a todo el país. Por ello, el precio de los productos, cualquiera sea el rubro, se ve afectado por el aumento de los fletes.
Como se puede observar, el efecto es generalizado en toda la sociedad. Sin embargo, no se puede desconocer que el efecto en los sectores más vulnerables de un alza en el precio de los pasajes de microbús o de las frutas y verduras, será mucho más dañino que en los sectores más acomodados, que tienen capacidad de ahorro y el peso relativo de esta alza dentro de su presupuesto familiar resulta menor. Por tanto, el aumento de la inflación golpeará, como ocurre siempre, a las personas de menos recursos.
Karin Bravo Fray Directora Postgrados USS
