Ayer se confirmó el primer caso de coronavirus en Chillán. Se trata de un hombre de 29 años, que declaró haber viajado a Perú en los últimos días y comenzó a sentir los primeros síntomas un día después de su regreso al país, a principios de esta semana. Además se sospecha de dos de sus acompañantes, la novia y un amigo, ambos funcionarios del Colegio Concepción de Chillán. De ser positivos ambos casos, lo que se sabrá hoy, se decretará una cuarentena de 14 días en el establecimiento educacional.
La noticia invita a la alerta, pero también corresponde hacer un llamamiento a la serenidad. El número de infectados alcanza los 140.000 en más de un centenar de países del mundo y las personas fallecidas hasta ayer ascendían a 4.700, la mayor parte de edad avanzada y con otras enfermedades como hipertensión y diabetes. Las cifras son importantes y no puede menospreciarse su gravedad, por ello es importante elevar la precaución, pero no el miedo.
Contra lo que mucha gente piensa, los índices de letalidad no son elevados (entre 0,3% y 1% de los afectados), pero sí su capacidad de contagiar a muchas personas en muy poco tiempo. Las actuales estimaciones sugieren que el 80% de los casos serían leves o incluso sin síntomas, pero habría otro 15% en estado más grave que requeriría oxígeno y otro 5% en situación crítica, con necesidad de ventilación en las unidades de cuidados intensivos. En suma, un 20% requerirá atención especializada, lo que puede terminar colapsando los centros de salud.
“Cuanto más lento se propague el virus, mejor podrán manejarlo los sistemas de salud”, explica el epidemiólogo británico Roy Anderson, citado en un artículo que fue publicado esta semana en la revista médica The Lancet, donde también destaca lo ocurrido en China que por la vía de la cuarentena, el distanciamiento social y el aislamiento de las poblaciones infectadas, ha podido contener la epidemia.
Sin embargo, los especialistas advierten que los comportamientos individuales pueden ser más importantes que las acciones gubernamentales. Lavarse las manos por 20 segundos frecuentemente, evitar tocarse los ojos, nariz o boca sin haberse lavado las manos, evitar el contacto con personas probablemente infectadas, además del rápido autoaislamiento (en casa, ante sospechas de tener el virus) son medidas simples que nos protegen, reducen los contagios y evitan la saturación de centros de salud que así pueden atender los casos graves que efectivamente requieren asistencia médica.
Es comprensible el miedo ante lo desconocido y amenazante, máxime si la novedad del fenómeno no ha dado tiempo a que se comercialice una vacuna o un tratamiento realmente efectivo, pero racionalmente no hay motivo para entrar en pánico colectivo y hacer eco de noticias falsas o enfoques sensacionalistas que solo siembran confusión.
El temor es contagioso y paralizante, inútil como medida de defensa ante una enfermedad que exige, sobre todo, una actitud responsable y preventiva que todos deberíamos asumir.