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Estos últimos años han sido particularmente difíciles para la industria del arándano, pues no sólo ha debido enfrentar la dura competencia en los mercados internacionales, la crisis logística durante la pandemia, un fuerte aumento de los costos y una caída de los precios, sino que también las inclemencias climáticas.
Para este rubro orientado a la exportación, el escenario externo se ha tornado más competitivo, lo que ha castigado los precios y, en consecuencia, los márgenes, al extremo que difícilmente están cubriendo sus costos. Nuevas potencias como Perú y México han inundado mercados tradicionales para el arándano chileno, como Norteamérica, en los que son más competitivos, tanto en precios como en fruta de mejor calidad.
Los malos resultados han afectado a productores, muchos de los cuales cerraron con números rojos y han optado por arrancar plantas, y también a las exportadoras, algunas de las cuales han dejado de recibir arándanos para fresco, como Frutemu, Driscolls, Tempofrut, Copefrut y CarSol, cuyas filiales Agrícola Los Aromos y Servicios de Exportación Sur se sometieron en 2023 a un plan de reorganización para evitar la quiebra, que definió su reorientación a la agroindustria (congelados).
En ese sentido, un adecuado manejo de los costos es mencionado como un desafío clave para los productores y exportadores, así como también se plantea la integración de ambos para lograr mayores eficiencias.
Sin embargo, el problema determinante es que la mayoría de las variedades plantadas en Chile son antiguas y no responden a las exigencias de los mercados actualmente, en materia de calibre, firmeza y sabor, donde la vida postcosecha es una variable fundamental. En ese sentido, la industria está consciente de la necesidad de un recambio con variedades más nuevas y probadas, tanto en su adaptación al territorio como en su preferencia por parte de los consumidores, un desafío que no asoma fácil para los productores, quienes, debido a la crisis, no tienen la liquidez suficiente para invertir.
Se trata de un rubro intensivo en el uso de mano de obra y el más importante de la fruticultura regional, de hecho, es el principal producto agrícola de exportación y el segundo cultivo más plantado en Ñuble.
Lamentablemente, las condiciones de acceso a financiamiento en la banca no son favorables o no están diseñadas para la realidad de este rubro, donde se extraña una apuesta más comprometida de los bancos.
Pese a lo anterior, no hay un plan gubernamental enfocado en apuntalar a este sector a nivel regional ni nacional. En ese contexto, solo cabe mencionar el convenio que firmaron, en noviembre pasado, la Asociación de Agricultores de Ñuble con BancoEstado, mediante el cual la entidad estatal se comprometió a otorgar financiamiento a productores para capital de trabajo e inversión con tasas de interés preferenciales. Pero aquello no es suficiente para aquellos que deben invertir antes que sea demasiado tarde.
Así como se han creado instrumentos de fomento, como los créditos con garantía estatal para pequeñas empresas, el amplio mundo de las medianas y grandes empresas agrícolas, que son justamente las que más invierten, necesitan hoy el aval del Estado ante una banca poco comprometida con el desarrollo, para acceder a créditos que permitirán retomar una senda de crecimiento que traerá beneficios a todos.