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Más del 50% de la población mundial vive actualmente en ciudades, las que se estima son responsables de alrededor del 75% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. En el caso de Chile, la urbanización supera el 90% y se prevé que esta cifra siga incrementándose, ejerciendo una presión cada vez mayor sobre los gobiernos municipales, no solo en términos de garantizar servicios básicos como acceso a la energía y el agua, alumbrado público, vivienda y transporte, sino también la gestión de residuos, la educación ambiental y la implementación y desarrollo de estrategias integrales, para mitigar el cambio climático y que promuevan la adaptación a las nuevas condiciones climáticas.
Esto adquiere una relevancia mayor si se considera que las proyecciones de crecimiento demográfico para Chillán señalan que dentro de una década la población bordearía los 220 mil habitantes y que en la última década la generación de basura en Chillán pasó de 53 mil a 72 mil toneladas anuales. Tal curva de crecimiento, significa que la tasa per cápita pasó de 0,95 kilogramos de residuos por habitante a más de 1,1 kilogramos, superando a la región del Bío Bío y al promedio nacional.
Por otra parte, todos los modelos de proyección de los efectos del cambio climático señalan que la zona centro-sur tiene alta vulnerabilidad a este fenómeno, en donde se incrementarán las sequías prolongadas, al igual que los eventos de lluvias extremas y el riesgo de incendios forestales.
Estos serán cada vez más numerosos y más dañinos. Predicciones que ya hemos vivido y lamentado el año pasado. El verano y el invierno 2023 registraron complejas emergencias que volverán a repetirse, y con mayor frecuencia.
En esta línea los gobiernos locales son fundamentales, debido a que en general son las estructuras político-administrativas que tienen mayor cercanía con la comunidad y por ende mayor capacidad de influencia en las organizaciones locales y las disposiciones en términos de política pública que afectan directamente al territorio.
Nuestros representantes, y quienes aspiran a serlo en octubre próximo, tienen una responsabilidad ineludible sobre este tema, que deben asumir con una visión sobre la protección del territorio y de sus habitantes, generando gobiernos locales verdaderamente sustentables, más allá de los eslogan, buenas intenciones y declaraciones voluntaristas que abundarán en los próximos meses de campaña pre electoral.
No es un desafío menor, pero tampoco carece de realidad. Pues si bien es cierto que el municipio debe atender múltiples y crecientes demandas ciudadanas, y los recursos son limitados, existen reales posibilidades de generar transformaciones en la forma de gestionar esta dimensión del desarrollo comunal, lo que puede hacer una diferencia significativa respecto a cómo la capital de la Región de Ñuble aborda positivamente la problemática ambiental.