Mucho se ha especulado sobre la participación que tendrá el plebiscito, donde la tesis de un bajo número ha cobrado más fuerza en los últimos días, dado que además de factores ya conocidos como el incremento de la desafección de la ciudadanía con la política, en el referéndum de esta jornada se añaden otros elementos más coyunturales, como la pandemia y el temor al contagio de Coronavirus, particularmente en los grupos de riesgo, así como también el cuestionamiento al proceso.
En la última elección presidencial de 2017, la participación llegó a 46,6% en el país, y a 47,6% en Ñuble. Por ello, esperar una abrumadora concurrencia a las urnas es arriesgado, sobre todo, considerando el escenario de pandemia.
Y es que pese a las medidas de prevención definidas por la autoridad sanitaria para reducir el riesgo de contagio en los locales de votación o en el trayecto, es imposible asegurarle a un ciudadano que el riesgo se haya reducido a cero, con mayor razón a un adulto mayor, el segmento que exhibe la más alta participación electoral. Si a ello se suman las exigencias y recomendaciones del Ministerio de Salud para los votantes, como portar alcohol gel y dos mascarillas, el acto de sufragar se va tornando cada vez más desafiante.
Por otro lado, se debe considerar que no es menor el número de electores que ya tienen decidido no ir a votar, lo que se atribuye al creciente distanciamiento de la ciudadanía con la política y particularmente con los políticos, pero también se explica por el rechazo al proceso, no solo entre conservadores, sino que especialmente entre aquellos que no desean acuerdos, sino que imponer su visión a los demás, a través de la movilización y en muchos casos, avalando la violencia.
En este escenario, las expectativas están puestas en la capacidad del electorado joven de traducir en un hecho concreto el entusiasmo mostrado en las protestas, ejerciendo el derecho a sufragio. Este segmento, que tradicionalmente ha exhibido una baja participación desde que se instauró el voto voluntario, podría dar una sorpresa en esta jornada.
Para algunos analistas, si no se logra superar el 50% de participación, la legitimidad del proceso estaría en duda. Para otros, en cambio, esa afirmación equivale a decir que la elección del Presidente de la República no fue legítima.
Es más, ya se da por hecho que se registrará una baja participación, lo que podría abrir un nuevo flanco de debate y de cuestionamientos al proceso constitucional, que desviará la atención del proceso mismo, que es lo realmente importante.
Defender la democracia debiera ser un objetivo permanente de los chilenos, con mayor razón de aquellos que conocen su ausencia y muy especialmente, de aquellos que nacieron después de la dictadura, y eso no se trata solo de salir a la calle a manifestarse; la democracia se trata de participación, y un proceso tan relevante para la institucionalidad de un país como la elaboración de una constitución debe ser respaldado por la mayoría de la ciudadanía, porque independiente del resultado, lo único seguro es que la democracia chilena saldrá más fortalecida de este proceso al finalizar el día.