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Piñera II

Ad portas de culminar el gobierno del Presidente Sebastián Piñera, el segundo de la derecha desde el retorno a la democracia, surgen dispares visiones respecto de la evaluación de su administración.

Más allá del amplio rechazo con que termina la figura del Primer Mandatario, existe una mirada oficialista que plantea un cumplimiento superior al 90% de los objetivos trazados al comenzar su mandato, mientras que desde la oposición -que fue muy poco colaborativa- se habla de un cumplimiento que bordea el 50%. Y si bien hay elementos objetivos que respaldan ambas visiones, lamentablemente las evaluaciones están marcadas por el revanchismo de unos y la autocomplacencia de otros.

El gran logro del segundo gobierno de Piñera en Ñuble fue concretar la instalación de la nueva región, proyecto que fue impulsado por el gobierno de Michelle Bachelet , pero que esta administración asumió sin complejos, máxime que le otorgó la posibilidad de incorporar a sus militantes a la nueva burocracia regional. Tal proceso no estuvo exento de dificultades y conflictos internos de poder, pero lo concreto es que a la fecha la totalidad de los servicios públicos están operando en el territorio. Donde más se ha notado el cambio de estatus de provincia a región ha sido en el aumento del presupuesto público, que creció en 70% entre 2019 y 2021, alcanzando el año pasado a casi 700 mil millones de pesos y también en los fondos de libre decisión regional, que pasaron de 25 mil millones a 50 mil millones.

Destacan también los avances en vialidad y agua potable para comunidades rurales. De concretar poco más de 20 kilómetros al año cuando Ñuble era provincia, se pasó a más de 100 kilómetros por año, es decir, se aumentó cinco veces la inversión en este ámbito, mientras que desde 2018 a la fecha se han construido 2.734 nuevos arranque de agua potable en sectores rurales, proyectándose otros 1.481 para el término de 2022, con lo que se habrá beneficiado a 17 mil personas.

Sin embargo, el Gobierno también quedó al debe en cuestiones importantes para este territorio, como el embalse Punilla, la gran promesa de campaña de Piñera, como también la construcción de un nuevo complejo penitenciario, que la saliente seremi de Justicia, en la edición de hoy, reconoce está en punto muerto, igual que hace 4 años. A ello se suma el abandono del Programa Zona de Rezago, que tenía por misión sacar del atraso a las comunas más pobres de la provincia de Itata. La iniciativa, que en 2018 ya comenzaba a mostrar positivos resultados, terminó reducida a un par de proyectos y transferencias a municipios “regalones”, y convertida en bolsa de trabajo para operadores políticos.

Sería injusto afirmar que éste fue un mal Gobierno, pues pudo enfrentar con relativo éxito una situación impensada y compleja como la pandemia del covid-19, pero en ningún caso será recordado como “el mejor Gobierno de la historia”, tal como lo anunció el propio Piñera cuando se calzó por segunda vez la banda presidencial. De hecho, el final de Piñera II está muy lejos de aquello, al menos en la percepción de la ciudadanía. La falta de gestión política, su incapacidad de separar los negocios de la función pública y la poca sintonía con los ciudadanos hacen que termine con la peor evaluación de todos los presidentes desde el retorno a la democracia.

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