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Pese a los constantes desastres naturales que enfrenta la población, preparación aún es baja

En Ñuble, más del 90 por ciento de las personas ha enfrentado un desastre natural. Sin embargo, aún existen brechas respecto a las acciones de prevención frente a las altas posibilidades de repetición de un evento catastrófico. Es la principal conclusión a que llega la Segunda Encuesta Percepción y Preparación ante Procesos de Riesgo de Desastre en Ñuble, investigación a cargo del Centro de Estudios Ñuble de la Universidad del Bío Bío.

A nivel general, los hallazgos son esclarecedores: casi todas las personas encuestadas (97.7%) han experimentado al menos un desastre, con un promedio de tres por persona. Los terremotos y/o tsunamis (60.8%) y los vientos fuertes (24.9%) se consideran los desastres que han causado mayor daño, con predominancia de las pérdidas económicas (39.5%) seguida del daño y/o pérdida de la vivienda (37,9%). Sin embargo, apunta el estudio, estas experiencias recurrentes y de gran impacto, no se condice con el nivel de preparación, dado que solo el 20% de los hogares cuenta con un plan de emergencia familiar, y apenas el 23.1% conoce las rutas de evacuación, predominando medidas menores como la posesión de linternas y baterías (83.1%), alimentos no perecibles y agua embotellada (70.5%).

En cuanto a la información durante emergencias y/o desastres, solo el 59.5% de los encuestados señala conocer que es el Sistema de Alerta de Emergencia (SAE), utilizando preferentemente como medios de comunicación las redes sociales, como WhatsApp (64.4%) y Facebook (54.1%), en lugar de medios institucionales como el teléfono (38%), la atención presencial (27.8%) y los sitios web institucionales (3.8%).

Finalmente, en términos de resiliencia percibida ante estos eventos, el 79.2% de los individuos se considera altamente resiliente, aunque esta percepción disminuye ligeramente a nivel comunitario (60%) y nacional (61.5%).

Dos prioridades estratégicas

Según explica José Sandoval Díaz, director del Centro de Estudios Ñuble (UBB) a partir de estos hallazgos surgen dos prioridades estratégicas: territorializar y alinear la planificación de la gestión del riesgo con enfoque comunitario, fortaleciendo la gobernanza mediante la coordinación entre instituciones, organizaciones locales y ciudadanía; y reducir la brecha entre percepción y preparación efectiva mediante el fortalecimiento de la resiliencia comunitaria, promoviendo liderazgo local, preparación anticipatoria, eficacia colectiva, apego al lugar y confianza social a través de educación en riesgo, planes familiares y comunitarios y simulacros participativos.

“Avanzar hacia una gestión anticipativa y prospectiva centrada en el riesgo implica reconocer a las comunidades como actores clave en todo el ciclo de la reducción del riesgo de desastres. Planificar y responder junto a ellas, integrando su conocimiento del territorio y sus redes de apoyo, permite consolidar una gobernanza más inclusiva y eficaz, orientada a disminuir vulnerabilidades y potenciar la resiliencia frente a los desafíos que plantea el cambio climático y la creciente exposición en las zonas urbanas, rurales y de interfaz urbano-rural de Ñuble”, precisó.

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