Señor Director:
Este domingo me dieron de alta en una residencia sanitaria. Hace 21 días lo que parecía uno de mis habituales resfríos, a los días siguientes se convirtió en un PCR positivo. Pese a mis rigurosos cuidados, me había contagiado de Covid-19. A medida que avanzaba la semana mi salud se deterioraba más, tanto así que al cumplir once días desde el inicio de mis primeros síntomas fue imposible continuar el aislamiento en casa. Llegué a la urgencia de una clínica y luego se tramitó mi ingreso a una residencia sanitaria, pues aunque el Covid me había generado neumonía, podía respirar sola, aunque con dificultad.
Mucho se habla, y con justa razón, de la dedicación y el cansancio del personal médico, principalmente en las UCI y las urgencias de clínicas y hospitales. Sin embargo, poco se menciona la dedicación, cariño y cansancio del personal de las residencias sanitarias. Médicos, enfermeras, kinesiólogos, Tens y personal de servicio que se preocupan día a día, hora a hora, por sacar adelante a los pacientes y ayudarlos a mejorar. Ellos no están al frente de los casos críticos o con riesgo vital, pero sí de muchos enfermos que, como yo, necesitan volver a respirar bien, cuidar una neumonía u otros tantos horribles malestares.
En momentos en que nadie puede tomarte la mano mientras estás en cama o acariciarte levemente el cabello en señal de apoyo y consuelo, el cariño que se percibe tras sus mascarillas lo compensa. En mi caso, aún debo seguir cuidándome con especialistas, pero lo peor ya pasó y el equipo de la residencia sanitaria contribuyó en mi mejoría.
A todos esos profesionales quiero entregar mi abrazo y agradecimiento.
Solo tengo gratitud para ese grupo de chilenos y extranjeros que están trabajando por salvar y recuperar nuestra vida ante la peor pandemia de nuestra historia.
Jenny Díaz Hernández