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“Perro muerto”. Así se dice en Chile al acto de huír sin pagar por lo comido y que se ha convertido en un dolor de cabeza para dueños de restoranes y también para garzones, quienes muchas veces deben pagar por lo que se comió el cliente en fuga. Diversas denuncias y solicitudes expresas de garzones santiaguinos motivaron al diputado (RN) Jorge Durán a presentar un proyecto de Ley que busca que esta acción sea perseguida penalmente, con sanciones que se pueden homologar al delito de hurto, es decir, si el consumo fue de menos de 0,5 UTM ($24.176), se considera una falta, y pasado ese límite, un delito simple.
El parlamentario comentó a medios santiaguinos que en este acto, que para muchos es una mera travesura, “hay intención maliciosa de generar daños, de hacerlo a propósito (…) Esto sería un delito casi como robo, porque hay una intención de apropiarse de algo ajeno sin el ánimo de pagarlo, entonces así como cuando una persona va a un supermercado y saca algo es tipificado como delito porque sustrae algo sin intención de pagarlo, acá es lo mismo”.
En Chillán, el proyecto es observado con expectativa por locatarios y por la misma Cámara de Comercio, quienes ven en una persecución penal un desincentivo a esta práctica que tiene historias escritas en Ñuble.“Para mí sería ideal. A nosotros nos pasa, y no poco”, dice Fernando Cifuentes, dueño de la fuente de soda El Puntillano, ubicado en el acceso norponiente del mercado tradicional de Chillán.“Lo administro hace 20 años y me han hecho harto el ‘perro muerto’.
Una vez vino un matrimonio con dos hijos, se comieron unas papas y unos completos y yo noté que se empezaron a poner nerviosos, empezaron a catear el ojo y pidieron más comida. Me di la vuelta y se fueron. Perdí como 15 lucas”, relata.Según Cifuentes, el fenóme-no se advierte más en verano, “porque son turistas chilenos que vienen de otros lados y se la han hecho a casi todos, acá”.“No hay para qué robar”Similar opinión tiene Luis Valdés, dueño de la Pensión Valdés, respecto a que “no es gente de Chillán, porque el chillanejo viene una y otra vez y uno ya los ubica”.
El conocido empresario local recuerda que “hemos visto casos como el de un hombre que entró con un niñito. Él comió su pedido y arrancó con su hijo, sin dejar que el chiquitito se comiera más que un par de papas”.O “una familia que, pese a que afuera dice que solo se acepta efectivo, nos pidió pagar con tarjeta. Luego, con la excusa de ir a sacar plata de un cajero, le dejaron al mozo una mochila de uno de los hijos, a modo de garantía. Pero no volvieron”.
Opina que el “perro muerto” ya no se hace tanto como hace unas décadas, pero que “hay veces en que han llegado per-sonas con mucha hambre y sin dinero. Hace poco nos pasó con una niña de Venezuela, que era publicista, y estaba sin dinero. Vino pidiendo trabajo y se puso a llorar. Le pedimos que se sentara y ahí conoció nuestros famosos bistec a lo pobre, por cuenta de la casa. No hay para qué robar”, reflexiona.
En las cocinerías del Mercado Techado o en el Centro Español, si bien esperan que la ley prospere, aseguran que “afortunadamente, a nosotros nunca nos ha pasado y eso que tenemos mesas afuera”.O el caso que le ocurrió a Olivia Mora, en la cocinería Don Chelo, del mercado. “Era un vagabundo. Yo sabía que no me iba a pagar, pero qué importa. Acá no se da el ‘perro muerto’ porque basta un grito de auxilio y sale todo el mundo en ayuda, hasta cuando se roban una tira de longaniza de las carnicerías”, asegura.
Cámara de Comercio
Para Alejandro Lama, presidente de la Cámara de Comercio de Chillán, las historias de “perro muerto” no son nuevas ni excasas. “Lamentablemente, se da harto, especialmente en las fuentes de soda y muchas veces, quienes terminan pagando por el consumo son los garzones”. Por consiguiente, dice que “esperamos que esta ley pros-pere porque se debe proteger al comerciante de la delincuencia. Y el que se come algo y no paga por él, es lo mismo que robar algo en una tienda, entonces ¿por qué uno va a ser delito y lo otro, no?”
Difícil medio de prueba
A diferencia de un par de zapatillas, la comida y lo bebestible son elementos fungibles, por lo que -consumidos- no se pueden recuperar para utilizarlos de medio de prueba.Demostrar, entonces, que un cliente hizo “perro muerto”, requiere de testigos o cámaras. Y no siempre se tiene la suerte de contar con esas evidencias.“Por eso, lo veo muy poco viable que prospere como ley”, dice el abogado experto en Derecho Penal, Juan Pablo Ortega.“No vale la pena generar un proceso penal por 6 mil pesos, por ejemplo, que es lo que podría costar un sándwich y una bebida, entendiendo que es muy difícil que el perro muerto ocurra en restoranes más exclu-sivos”, agrega, para finalizar con que “es casi imposible conseguir medios de prueba”.De la misma opinión es la abogada Marcela Larraín, para quien “esto solo hará que los tribunales y las fiscalías tengan más y más trabajo…¿por una comida?. Lo más probable es que se arme todo un proceso para que termine en acuerdos reparatorios entre el infractor y el dueño del local. Es una pérdi-da de tiempo”, concluyó.