El sábado comenzó el período legal de propaganda en lugares públicos y privados por medio de palomas, afiches y gigantografías, de cara a las próximas elecciones presidencial, parlamentaria y de consejeros regionales, programadas para el 21 de noviembre de este año.
Este método de campaña ha ido perdiendo presencia dada la irrupción de las redes sociales y las modificaciones sufridas por la ley de financiamiento electoral, pero aún es utilizado por los candidatos y candidatas para posicionar sus nombres, sobre todo, en ciudades pequeñas y localidades rurales.
Teniendo como base de comparación las elecciones de 2017 en Ñuble, es de esperar que esta vez se observe un juego limpio en la contienda electoral, donde prime el respeto por el adversario. Es clave que candidatos y candidatas, como principales responsables de las acciones de sus equipos de campaña, tengan la conciencia cívica suficiente para exigir el apego a la ley. Los aspirantes a ocupar cargos de representación popular están llamados a dar el ejemplo en materia cívica, y eso, a la larga, tiene mayor peso que la cantidad de tortas que donen a las juntas de vecinos o el número de camisetas que regalen a los clubes de fútbol amateur.
Se podría suponer -y con razón- que los programas e idearios de los candidatos ya no capturan la atención y menos la adhesión del electorado. Sin embargo, eso no es un buen justificativo para que quienes aspiran a altos cargos de representación popular no expongan sus ideas. Las redes sociales, por ejemplo, constituyen una oportunidad al alcance de todos y todas para difundir propuestas y recibir retroalimentación de los electores, pero para ello es necesario que exista interés de ambas partes.
Sería lamentable que esta elección fuera como las anteriores en materia de participación, pero más grave aún sería que la victoria dependiera de cuánto se gastó en propaganda, porque si bien la ley es más estricta, no es un misterio que la plata de algunos empresarios se sigue colando en la política y las brechas entre los candidatos siguen existiendo.
Es de esperar que los candidatos compitan limpiamente, y ocupen las instancias que se generen para intercambiar ideas, aprovechando las nuevas tecnologías de información para generar un diálogo más directo, con retroalimentación. Para los electores, el llamado es a exigir contenido en los planteamientos, a no conformarse con la canasta familiar o el apretón de manos en la feria, a hacer una evaluación crítica de la gestión de quienes buscan una reelección y a revisar el currículo de los postulantes.
Los ñublensinos pueden sentirse encantados por el atractivo personal de un candidato o candidata, pero la representación que la región necesita supone mucho más que marketing y vedetismos personales. Se necesita que quien la ejerza tenga un mandato y éste proviene de las propuestas, las ideas y las definiciones.