Periodista chillanejo José María del Pino: desde Chillán a la Casa Blanca

Desde los días en que jugaba a hacer programas frente a la Handicam de su padre en Chillán, José María del Pino parecía tener claro su destino. Sin embargo, el camino hacia el periodismo no fue inmediato. Egresó del Colegio Seminario Padre Hurtado, estudió Derecho, dejó la carrera, enfrentó dudas y presiones, y solo a los 23 años se atrevió a seguir su verdadera vocación. Desde entonces, su historia ha estado marcada por decisiones valientes, trabajo incansable y una fe profunda en el oficio de contar.
Hoy, con 37 años, ha pasado por Radio Bío Bío, Clarín de Argentina, Reuters, NBC y NTN24; fue corresponsal acreditado en la Casa Blanca y actualmente integra el equipo de Canal 13, donde combina su trabajo en el matinal con nuevas proyecciones en prensa. Su historia es la de un chillanejo que miró lejos, pero nunca dejó de mirar hacia atrás.
– José María, ¿cómo nace tu relación con el periodismo?
– Mi papá tenía una Handicam, y yo hacía programas en mi pieza, frente a la cámara, inventando noticias de deporte o política. Desde niño supe que quería ser periodista. Pero cuando salí del colegio me fue bien en la PSU y empecé con las dudas: “quizás debería estudiar algo más rentable”. Estudié Derecho en la Católica, pero no me gustó nada. Dejé de ir, le mentí a mi papá… fue un desastre. Después de eso trabajé un tiempo, hasta que a los 23 decidí que no podía seguir postergando mi vocación. Fue mi primera gran decisión: estudiar Periodismo, dejar atrás las ataduras y dedicarme a observar, preguntar y contar.
– Tu primera experiencia profesional fue en Radio Bío Bío, ¿qué significó eso para ti?
– Muchísimo. Fue mi escuela. Entré mientras aún estudiaba y me tocó vivir un ritmo de trabajo muy intenso. Cubrí las elecciones en Brasil cuando ganó Bolsonaro, los Juegos Olímpicos de la Juventud en Buenos Aires y aprendí el rigor, la rapidez y la responsabilidad del oficio. Mi escritorio estaba frente al de Tomás Mosciatti y trabajaba todos los días con Nibaldo, el director de prensa. Eso fue un privilegio, porque pude participar muy joven en discusiones periodísticas profundas.
– ¿Cómo se da tu salto internacional?
– El Grupo Clarín de Argentina me contrató como corresponsal en Santiago. Y justo vino el estallido social y luego la pandemia. Fue un periodo intenso, con mucho que reportear. Trabajaba para Clarín, para TN y para Radio Mitre, donde compartía panel con Jorge Lanata y Marcelo Longobardi. También colaboré con Nelson Castro, a quien conocí recién este año en el Vaticano cubriendo el cónclave. Fueron cinco años de aprendizaje enorme. Incluso cuando me fui a Estados Unidos, seguí colaborando con Clarín, editando proyectos especiales como el suplemento de los 50 años del Golpe de Estado.
– Luego llega el máster en Columbia, universidad que elegiste a pesar de haber sido aceptado en otras dos…
– Sí, fue el 2022. Postulé a Columbia, me aceptaron y partí a Nueva York. Quería especializarme en política internacional, y además ya estaba con Pedro, mi esposo, que tenía sus propios sueños como actor. Columbia era la cuna del Pulitzer, y para mí significó cumplir una deuda académica que tenía conmigo mismo. Durante mis estudios empecé a colaborar con Canal 13, y Claudio Villavicencio, director de prensa, me propuso ser su corresponsal en Estados Unidos. Así que estudiaba de día y despachaba de noche. Fue un año agotador, pero muy gratificante.
– Y después vienen Reuters, NBC y las nominaciones al Emmy…
– Sí. Columbia me seleccionó para una investigación sobre migración irregular con Reuters. Descubrimos una red de vuelos ilegales que cobraba hasta 72 mil dólares. Fue muy fuerte. Al mismo tiempo, trabajaba los fines de semana en Telemundo 47, que comparte redacción con NBC. Ahí obtuve las dos nominaciones al Emmy, una como editor y otra como parte del equipo del noticiero. No ganamos, pero para mí fue un orgullo tremendo.
– ¿Cómo llegas a la Casa Blanca?
– NTN24 me ofreció ser su corresponsal en Washington. Fue un salto enorme. Entré al pool de prensa internacional de la Casa Blanca, cubrí a Joe Biden, el atentado a Donald Trump, huracanes, la Copa América, y estuve en debates presidenciales, como en el de Kamala Harris y Donald Trump. Uno de los momentos más mediáticos fue cuando enfrenté a Stephen Miller, asesor de Trump, en una entrevista que se volvió viral. Solo hice mi trabajo: preguntar y repreguntar. Al día siguiente mi cuenta de PayPal tenía casi 200 dólares en donaciones de ciudadanos estadounidenses agradeciendo mi labor periodística. Fue surrealista (risas).
– ¿Cómo miras hoy esa trayectoria?
– Con gratitud. Tuve una juventud difícil, marcada por la búsqueda, de comprender mi orientación sexual y por momentos de culpa. Pero no me arrepiento de nada. Hoy estoy reconciliado con mi historia. Todo lo vivido, incluso lo doloroso, me hizo el periodista que soy.
– ¿Qué te hizo volver a Chile?
– La propuesta de Canal 13 fue muy atractiva, pero también hubo algo más profundo. Vi un video de un tipo que decía que veía a sus padres una vez al año, y que si vivían 12 años más, los vería solo 12 veces más en la vida. Me golpeó fuerte. Mi papá va a cumplir 70, y quise estar más cerca. Además, el canal me ofreció un lindo proyecto y la estabilidad que necesitaba. Firmé y sigo vinculado también a Clarín, donde cubriré las elecciones presidenciales en Chile.
– ¿Cómo ha sido esta nueva etapa desde junio que llegaste?
– Estoy tranquilo. Me gusta estar en el matinal, volver a hablarle a un público chileno. Estar diariamente hablando de política exterior en un espacio como este me encanta porque le hablo a personas que no necesariamente están viendo noticias todo el día. He reemplazado a Francesco Gazzella en el noticiero AM, y me siento agradecido de cada oportunidad. Después de tantos años afuera, reencontrarme con Chile y con Chillán tiene un sabor distinto. Es como volver al punto de partida, pero con otra mirada. Además, retomé mi labor como docente de la Universidad Gabriela Mistral en donde hago clases a futuros periodistas.
Después de todas estas vueltas ¿Cómo ves tu ciudad natal, Chillán?
He ido tres veces desde que volví a Chile. Yo creo que las personas en Chillán tienen una visión más pesimista sobre la ciudad que la que tenemos quienes dejamos de ir un tiempo. Creo que es una ciudad más pujante de lo que creemos que es, que se ha desarrollado mucho, pero que ha perdido ese sentido comunitario medio de pueblo chico que tenía. Siento a la sociedad chillaneja un poco menos cohesionada. Un poco más individualista y creo que la clave es seguir desarrollándose sin perder ese espíritu de encuentro permanente.