Señor Director:
Frente a la declinación del sacerdote Felipe Berríos para participar en el programa de campamentos del actual gobierno, no queda otra que lamentarlo. Pareciera ser que la conjunción de los puritanos, los alérgicos a la Iglesia Católica y los partidarios del indulto, surtió efecto en los que toman decisiones. Nadie niega que la Iglesia Católica está al debe en la lucha contra los abusos sexuales pero tampoco es para tirar en un saco roto todo lo obrado por esta institución y menos para descalificar a sus miembros a granel. Sin ir muy lejos, en dictadura fue voz de los sin voz y muchas vidas se salvaron. El mismo Berríos criticó en duros términos a la Iglesia Católica y ha promovido cambios sustanciales en la misma. Isabel Allende dijo “yo quisiera que la Iglesia fuera más parecida a Felipe Berríos que a estos obispos guatones”.
Su lucha por mejorar la calidad de vida de las personas que viven en extrema pobreza lo ha llevado no sólo a vivir en medio de ellos, como pocos lo han hecho, sino también a impulsar iniciativas como TECHO, INFOCAP y talleres diversos, promoviendo la dignidad y bienestar. Pertenecer a la Compañía de Jesús, no debería ser un estigma. Periodistas como Oscar Contardo no pierden oportunidad para enjuiciar a los jesuitas, respirando una suerte de fijación enfermiza. Por último, están los que no perdonan a Berríos por decir que “yo lo que pido es justicia, no indulto”. Estoy convencido que las personas que viven en extrema pobreza verían con buenos ojos su participación, no por ser el mejor y el más santo, sino por vivir en medio de ellos y darles una mano para superar su pobreza.
Juan Carlos Navarrete Muñoz