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Pena de muerte y patrimonio

A raíz del asesinato de un matrimonio en una zona rural de Graneros, resurgió nuevamente el debate respecto a la reinstauración de la pena de muerte.

Nada nuevo bajo el sol. Se trata de una reacción para la galería, más aún en un periodo preelectoral, en circunstancias que se tiene la certeza que su aplicación en nada contribuye al combate contra la delincuencia, ni menos a inhibir la comisión de delitos muy graves, como es el homicidio. No en vano la mayoría de los países del mundo la han abolido, hoy es parte de la historia, que ha dejado una huella de una expresión legal de barbarie humana.

En ese sentido cobra un valor patrimonial, como lo son la guillotina, los campos de concentración, los centros de tortura y los sitios de memoria entre otros ejemplos de lo que no puede volver a suceder.

Aún recordamos con nitidez, cuando muy temprano alrededor de las siete de la mañana del treinta de abril de 1963, un estampido sacudió a toda la ciudad. En ese momento fue fusilado en el patíbulo instalado en la cárcel de Chillán, José del Carmen Valenzuela Torres, de 24 años y más conocido como el “Chacal de Nahueltoro”. Casi tres años antes había asesinado brutalmente a su pareja y a sus cinco hijos. La demora en la condena y la supuesta “rehabilitación”, del homicida, lo fue transformando, en la creencia popular, en una víctima de la sociedad y de sí mismo, y fue fusilado por el Estado una vez que fue rehabilitado. Esa es la tesis de Miguel Littin, en su película el “Chacal de Nahueltoro”.

La ciudad se conmovió con el fusilamiento, se hicieron velatones y rogativas por el indulto, esa noche y madrugada fuera de cárcel se prendieron velas.

Su captura un mes después de cometidos los crímenes, el juicio y su vida en la cárcel fue transformándose en un relato popular. Fue el último fusilamiento en Chile en el que se permitió el ingreso de los reporteros gráficos de los medios de comunicación, por lo que hay registros del macabro rito diseñado para aplicar la pena de muerte.

Toda esta dramática escenografía paso a ser parte de nuestra identidad e historia como ciudad y en consecuencia de su patrimonio, entre tantos otros hechos históricos de estas características en el mundo. No en vano, en el día de los patrimonios se recrea el juicio y la atmósfera de la ciudad. Pero eso no significa que la pena de muerte deba ser repuesta, ni que su recreación el día de los patrimonios signifique un acto de nostalgia.

El patrimonio se construye con las luces y las sombras de la historia de la humanidad y su conservación y puesta en valor siempre nos recuerda que como dice Eric From en uno de sus ensayos, que no existe el ser humano absolutamente bueno, sería un santo. Ni tampoco nadie es absolutamente malo, sería un demonio. Ese es el ser humano en lucha interna permanente por el bien, donde no siempre triunfa.

Es el caso del Chacal de Nahueltoro, por eso su memoria es parte de nuestro patrimonio, nos recuerda esa ambigüedad la cual debemos resolver día a día. Por lo mismo, la propuesta de restauración de la pena de muerte, a esta altura de la humanidad solo parece un saludo a la bandera sin sustento real.

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