Señor Director:
Las oficinas salitreras hasta el campamento Sewell, pasando por la zona típica de Valparaíso, los palafitos chilotes y los trazados ferroviarios con sitios entrañables como el ramal Talca-Constitución o la imponente estación Mapocho, son solo algunos ejemplos del aporte de la infraestructura al patrimonio y a la memoria de nuestro país.
Y aunque a lo largo de Chile tenemos monumentos de diverso tipo, parece ser que la declaratoria oficial estos sitios e inmuebles, finalmente de erige como una pena de muerte para ellos.
Algunas reflexiones al respecto: pese a recibir esta declaratoria oficial, no existe legislación que se haga efectiva ante la vandalización de los inmuebles, como tampoco recursos en planes específicos para la recuperación de estos lugares. No hay incentivos para preservar la arquitectura histórica valiosa en las ciudades, pese a que hay agrupaciones, fundaciones y vecinos que durante años han reclamado la importancia de estos sitios. Asimismo, una futura ley del patrimonio permitiría generar incentivos adecuados y, además, fomentar la participación del sector privado para mantener estos lugares y adaptarlos a nuevos usos y necesidades como centros culturales, conjuntos residenciales y comerciales, rescatando su sentido y valor estético.
Para poner en valor estos inmuebles, zonas, paisajes y recorridos culturales y los sitios de memoria, sería relevante sumar en los contenidos curriculares de todos los niveles educacionales lo imprescindible de proteger estos espacios, símbolos que configuran la identidad del país. Allí mismo se debe introducir el concepto de que no es lo mismo dañar, rayar o quemar el patrimonio que protegerlo.
La idea es contrarrestar la cultura de lo desechable; evitar un decreto de muerte que, finalmente, nos daña a nosotros mismos.
Uwe Rohwedder
Director Arquitectura de la U. Central.