El tema de la peatonalización del centro de Chillán no es novedoso. Hasta se podría decir que viene siendo tema de discusión a partir del momento en que, a fines de la década del 90, las autoridades municipales de loa época decidieron invertir primero los recursos provenientes de un programa de mejoramiento urbano y posteriormente del contrato de estacionamientos subterráneos de calle El Roble.
Dos décadas después y con la intención de alivianar el congestionado tránsito en el centro de Chillán y sobre todo favorecer el desplazamiento de las personas, se propone reestudiar la idea, partiendo por calle El Roble, iniciativa que data de 2001 cuando esa arteria “compitió” con Arauco, que finalmente fue la elegida para construir la primera etapa del Paseo Peatonal.
El creciente aumento de la población residente y flotante sugiere analizar detenidamente la intervención no sólo de El Roble, sino que otras vías del cuadrante céntrico, cuyas estrechas veredas se ven ahogadas por la circulación de peatones.
Coincidentemente, el Plan Maestro de Transporte para Chillán sugiere que en el largo plazo se construyan peatonales en otras arterias, iniciativa muy similar a una presentada hace 25 años y que consideraba una cuadra de 5 de Abril, entre Maipón y El Roble, luego continuaba por El Roble hasta Arauco, y desde ahí hasta la Plaza de Armas.
Urbanistas locales ven con buenos ojos la iniciativa, pues entienden que su aplicación es imprescindible si es que sinceramente se pretende comenzar a poner orden en el caótico tránsito local, partiendo por descongestionar la zona céntrica. Habrá quienes, es cierto, deberán resignar hábitos profundamente acendrados, como poder llegar con el auto hasta el lugar de trabajo o de compra. Pero estamos en el siglo XXI y la actual traza de arterias angostas no resiste más el abarrotamiento, a riesgo de que un día (lamentablemente, más y más cercano) se produzca un colapso total.
Muchas ciudades han adoptado la peatonalización en el sentido de calles vehiculares con “prioridad para el peatón”, porque siempre debe ser factible que ingresen en ellas los móviles de servicio público (bomberos, policía, ambulancias, etcétera) y los particulares que necesiten hacerlo en forma imprescindible.
Es obvio que esas modificaciones de fondo deberán ser elaboradas mediante el absoluto consenso de todos los involucrados, además de promover campañas educativas a fin de que los supuestos perjudicados por esas medidas entiendan que a estas alturas ya es imposible la forzosa convivencia con el creciente caos cotidiano que caracteriza en forma negativa nuestra zona céntrica. Nada será posible, en todo caso, sin concretar el mejoramiento de la red de transporte público de pasajeros para convertirla en moderna, eficiente y cómoda.