La Universidad de Chile acaba de dar a conocer los resultados de la investigación que tuvo el objetivo de “cuantificar y comparar el efecto de la pandemia en el bienestar de familias de once ciudades latinoamericanas”. Algunas de las conclusiones revelaron que en nuestro país las condiciones de bienestar han decaído fuertemente, a raíz de las forzosas restricciones aplicadas para contrarrestar la pandemia. De acuerdo a esta investigación, lo que las personas sienten y piensan respecto de sus vidas es desfavorable, y una proporción importante de quienes respondieron al estudio, señalan tener miedo y pensamientos negativos a menudo o siempre en las últimas cuatro semanas. Otros estudios también recientes, han concluido que una gran parte de los ciudadanos se han visto severamente afectados en sus ámbitos emocionales. Con todo, es un hecho que la estabilidad, la fuerza y la paz personal se han visto muy tensionadas en estos casi dos años que llevamos enfrentando al Sars-cov-2.
En este contexto, es necesario comprender que la paz social constituye un factor de estabilidad que junto al ámbito espiritual, conforman el último reservorio de energía moral, contención, optimismo y sentido de trascendencia que puede incidir en una experiencia vital diferente. En cuanto a la paz social específicamente, conviene subrayar que en sí misma es una fuente esperanzadora que perfila un futuro favorable, positivo y benigno. Por esta razón es que los actores políticos, que hoy ocupan un enorme espacio de la vida social por el proceso constituyente y las elecciones parlamentarias y presidencial en curso, tienen una gran e ineludible responsabilidad con la ciudadanía: deben garantizar la paz social, procurando que sus actos no generen otra fuente de aflicción, languidez y malestar en las personas. No en vano, desde antiguo se ha visto que la política es la búsqueda común de la felicidad. Aristóteles por ejemplo, comprendió muy bien que la sociedad se organiza precisamente con el fin de que sus ciudadanos alcancen la felicidad.
Zygmunt Bauman, en su libro En Busca de La Política, describe una metáfora que ilustra la sensación de incertidumbre y desprotección que podríamos experimentar en tanto ciudadanos, en el contexto que menciono. El sociólogo en ese texto publicado hace más de 20 años señala que, “La actual inseguridad es similar a la sensación que experimentan los pasajeros de un avión cuando descubren que la cabina del piloto está vacía, que la amigable voz del capitán es solamente la grabación de un mensaje viejo”. ¿Acaso la ausencia de paz social que parece estar generándose, no nos haría sentir esa misma inseguridad?; ¿habrán pensado los actores políticos que sumar inestabilidad social a los adversos efectos provocados por la pandemia, provocaría un tsunami moral? Las relaciones hostiles que se advierten en el acuciante, intenso, y en gran medida, frenético activismo político que se vive en el país, deberían ser prontamente desplazadas por una cultura social nutritiva, sustentada en el respeto y en una deliberación racional en la que prime un sincero sentido de humildad.