Patrimonio y democracia

El domingo 16 de noviembre se llevarán a cabo las elecciones generales de Chile. Este proceso ha estado revestido como otros, de ofertones y controversias propias de los procesos eleccionarios, los que salvo algunos episodios no han traspasado los límites de lo que es una contienda democrática. Nada nuevo bajo el sol, porque como decía un viejo político gallego, las elecciones son cuando las sociedades entran en celo, y los candidatos cual “gallinas cluecas”, despliegan su plumaje para tratar de seducir a los electores. Y lo hacen de diversas formas, algunos más sobrios e intelectuales y otros, hay que reconocerlo, con performance cercanas a lo circense. Todo es válido, finalmente son los electores los que deciden, es la democracia, la que ha decir de Churchill, “…es la peor forma de gobierno, excepto por todas las demás que se han probado”.
Por cierto, entre las demás formas están las dictaduras, como la de Nicolás Maduro, que de manera impune se robó la última elección en Venezuela, agudizando la crisis humanitaria de ese pueblo, o la dictadura cívico militar de Chile. Por ello apreciamos a la democracia y al proceso electoral como un patrimonio invaluable de nuestra sociedad chilena. La prontitud y total transparencia en la entrega de los resultados también es parte de ese patrimonio intangible que tenemos como sociedad. Patrimonio es todo aquello que tiene para la comunidad un valor superior y que esta siente que le pertenece. El acto electoral es calificado como la fiesta de la democracia, efectivamente ese día cambia el estado de ánimo de los chilenos, se acaban las controversias y una cierta alegría se instala en los locales de votación. Los chilenos tienen la sensación que se reencuentran y reconocen unos a otros como miembros de una misma comunidad, que es capaz de definir su futuro de manera civilizada a través del voto universal. Por cierto, que esta tradición solo interrumpida por la dictadura cívico militar, es parte de nuestro patrimonio, y por consecuencia todos debemos, como todo patrimonio, ponerlo en valor, preservarlo y/o conservarlo. La política, la buena política, la amistad cívica, el respeto por la diversidad, y el reconocer a la democracia como el gran árbitro de nuestras diferencias, forman parte de un conjunto de valores, en torno a los cuales se genera este patrimonio intangible, profundamente arraigado en valores humanistas.
Todo patrimonio se sustenta en valores de distinta naturaleza, por ello se usa la expresión “poner en valor”. El patrimonio como concepto le pertenece a toda una comunidad, y no son solo monumentos o arquitectura, artesanías u oficios, o costumbres ancestrales, también es parte de nuestro patrimonio el rito de concurrir a las urnas a decidir nuestro futuro, así como la transparencia y eficaz desempeño del Servel, o el reconocer la legitimidad de quienes resultan vencedores. Democracia hasta que duela decía alguien, fue el aprendizaje de largos años de dictadura, hoy día la democracia es un patrimonio que está ahí, es como el aire, muchas veces no nos damos cuenta que convivimos con él día a día. Con el patrimonio ocurre que lo apreciamos a veces tarde, cuando se pierde. Por lo mismo cuidar y preservar nuestra tradición democrática es tarea de todos, porque el patrimonio es un bien tangible o intangible que nos pertenece a todos.