El llamado terremoto de Chillán de 1939 -pese a que tuvo su epicentro en Quirihue- es el que ha provocado más víctimas en la historia de Chile y el que cambió para siempre las condiciones de vida, la economía y la arquitectura de esta ciudad.
La reconstrucción fue un proceso particularmente difícil. En dicha tarea, la labor articuladora de este diario fue pieza fundamental para que el tema no saliera de la agenda de las autoridades nacionales. De hecho, para el año 1950 aún se publicaban artículos que exponían la falta de viviendas para las familias afectadas por el sismo y se le cobraban a las autoridades las promesas y deudas con Chillán.
Pero con el tiempo, la tragedia abrió paso a la oportunidad y comenzaron a levantarse edificios que en la actualidad se han convertido en íconos de la Arquitectura Moderna, no solo por su amplia resistencia a nuevos eventos sismológicos, sino que también, por mezclar a la perfección el arte con los términos arquitectónicos que por esos años nacían en Europa.
Aquello se vio reflejado no solo en edificios, como la Catedral, el Cuerpo de Bomberos y el edificio del Gobierno Regional, sino también en importantes conjuntos habitacionales, como la Población Brasil, Villa Buenos Aires, los Edificios Libertad y la Población Carabineros de Chillán, entre otras. Actualmente, hay aproximadamente 100 mil metros cuadrados de edificios y viviendas construidos bajo los principios de la arquitectura moderna.
Pero con el pasar de las décadas Chillán fue perdiendo ese respeto por la buena arquitectura y hoy es el reflejo de una decadencia que también se aprecia en otras ciudades donde la identidad arquitectónica ha sido subvalorada, careciendo de regulaciones e incentivos para un desarrollo urbano armónico.
Perseverar en el esfuerzo de poner en valor el legado modernista y promover la protección de nuestros edificios patrimoniales, es la mejor forma de conmemorar hoy -y los 365 días del año- el valor de nuestro patrimonio arquitectónico.
Detrás de este deterioro las responsabilidades se dividen. Hay una cuota de las empresas inmobiliarias y constructoras que no han tenido mayor consideración de las buenas prácticas urbanas, otra le corresponde a la autoridad, que no ha regulado ni tampoco incentivado para que se observen determinados cánones arquitectónicos y por último, hay una cuota de responsabilidad que nos corresponde a todos por la ignorancia y escasa valoración que le hemos dado a la arquitectura moderna.
De esta última nos sentimos parte y es, precisamente, la que nos motiva a presentar hoy en radio La Discusión y plataformas digitales el programa Me Gusta Chillán, desarrollado por los arquitectos Celso Monsalve y Sebastián Fredes, dos expertos que desde su asociación gremial han perseverado en el esfuerzo de poner en valor el legado modernista y promover la protección de nuestros edificios patrimoniales, como también de su entorno.
Sin embargo, esta apuesta no solo puede quedar reducida a un medio de comunicación, a un colegio profesional y a algunas personas con intereses por la arquitectura y la historia. Preservar la arquitectura moderna exige el compromiso y el trabajo de toda la ciudad, con la participación activa de las autoridades, de la academia y gremios profesionales, de las empresas y de los habitantes, en primer lugar, reconociendo esta riqueza patrimonial como propia, valorándola, protegiéndola y educando sobre la importancia de conservarla.