Señor Director: Un amigo me recuerda que hace algunos años, cuando uno se encontraba con otra persona y solía preguntarle: “¿Usted qué hace…?”. La respuesta casi siempre era: “Aquí estamos, haciendo patria…”. En la actualidad, ante la misma pregunta, dice mi amigo, la respuesta suele ser: “Aquí estamos parando la olla…”; “Estoy viendo cómo exportar mis cerezas…”; “Estoy fraguando un emprendimiento…”.
A primera vista, de hacer patria se pasó a hacer plata. En estricto rigor, no debería merecer ningún reproche la búsqueda de la plata, siempre que no se olvide que no hay plata que valga si no se tiene patria, esto es, una sociedad en paz y trabajo. La plata se genera en un espacio y un tiempo histórico, de manera que, si no se respeta la propiedad y las normas de convivencia, ninguna plata está segura. Esta elemental relación entre patria y plata, es la que no han entendido muchos empresarios y profesionales que han pensado que se pueden enriquecer impunemente a la vista de gente miserable, que suele ser movilizada por sembradores de odio en contra de los que aparecen como los dueños de la pelota.
Hacer plata sin importar pagar impuestos justos, salarios dignos, respetar el medioambiente y no abusar en el mercado, solo puede conducir a lo que tenemos a la vista: Descrédito de todo el que tiene éxito y rencor de todo el que tiene fracasos.
La experiencia mundial enseña que la mejor plata es la que se gana en una sociedad más o menos integrada y con puertas abiertas para que surjan los mejores. Esa sociedad sana, no surge de la nada, es el resultado de una acción inteligente de los que advierten a tiempo que, sin patria la plata se puede ir con el viento en los torbellinos sociales.
Alejandro Witker. Historiador.