Patito verde

Patito verde
Señor Director:
El periodista Nicolás Sepúlveda ha destapado en Chilevisión una red de cuentas troll y bots presuntamente vinculados a sectores de la extrema derecha chilena. La investigación revela cómo estas identidades anónimas se articulan para hostigar, propagar desinformación y alterar el curso del debate público con una impunidad que inquieta, sobre todo cuando sus efectos podrían extenderse al terreno electoral.
Entre los nombres que emergen está el de Patricio Góngora, ex director de Canal 13, cuya supuesta relación con la cuenta “Patito Verde” ha encendido las alarmas. Pero más allá del escándalo, lo que se ofrece es morbo. La noticia, en rigor, es escasa. Usar un seudónimo en redes sociales no constituye delito; la Constitución garantiza el derecho a expresarse libremente, incluso a los ejecutivos de televisión, como ha recordado el profesor Vidal en TVN con sobrada elocuencia.
Ahora bien, hablar de daño a la democracia exige una dosis de prudencia que algunos actores políticos parecen haber extraviado. No es menor que quienes hoy denuncian prácticas oscuras hayan tolerado —o protagonizado— episodios similares en el pasado. Tocqueville lo dijo con claridad que no ha perdido vigencia: “La libertad de (prensa y) expresión tiene importancia y debe conservarse a pesar de sus defectos. Los tiene y son obvios, pero sus ventajas los superan”.
La pregunta que queda flotando no es quién tuitea desde las sombras, sino qué tipo de conversación pública estamos dispuestos a sostener. Porque si el debate se reduce a cacerías de cuentas anónimas, lo que peligra no es la democracia, sino su caricatura.
Cristian Antoine
Académico Escuela de Periodismo U. Finis Terrae