Señor Director:
Esta semana es el tercer paro de profesores en seis meses. El primer paro indefinido con un ministro de Educación recién llegado a su cargo. Si analizamos las movilizaciones docentes que se han repetido en los últimos años, específicamente en 2015 y 2019, no han demostrado ser efectivas para lograr un cambio sustancial en las peticiones de profesores, ni mucho menos, en la mejora de la calidad educativa. De cara a estos antecedentes, es plausible prever que no es una medida de presión efectiva para el desarrollo profesional docente.
Ambos paros, de casi dos meses de duración cada uno, evidencian una serie de demandas que, aunque válidas y justificadas, se repiten año tras año sin una solución sostenible. Estas peticiones, entre las que destacan el agobio laboral y la deuda histórica, son anhelos pendientes de generaciones de docentes y que ningún gobierno ha podido resolver.
Sin embargo, más allá de la validez de estas demandas, preocupa la repetición de la estrategia de paralización, sobre todo, considerando el contexto actual post pandemia. Ahora, más que nunca, nuestros estudiantes enfrentan desafíos sin precedentes: la recuperación de aprendizajes perdidos durante meses de confinamiento, la revinculación con el proceso de enseñanza-aprendizaje y el alza de la deserción escolar. En este escenario complejo, ¿son los paros la herramienta más adecuada para hacer valer los derechos de los docentes?
En síntesis, la educación es una causa común: sociedad, gobierno y profesores debemos trabajar en conjunto para superar los desafíos actuales y futuros. En el contexto actual la efectividad de los paros como herramienta de presión es cuestionable, sobre todo, cuando los más perjudicados son nuestros estudiantes.
Mauricio Bravo
Vicedecano Facultad de Educación UDD