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Paris (el doctor) bien vale una misa

“París bien vale una misa”, con acento en la i, es una frase, presuntamente apócrifa, atribuida a Enrique de Borbón o de Navarra, el pretendiente hugonote (protestante) al reino de Francia, que eligió convertirse al catolicismo para poder reinar.

El presidente Piñera ciertamente agobiado por el avance fuera de control de la pandemia, acorralado por sus propios errores comunicacionales -como cuando anunció que Trump lo había llamado para felicitarlo por el manejo de la pandemia, o cuando entusiasmado por los bajos guarismos de contagios, ordenó, sin éxito, la vuelta de los empleados públicos a su trabajo- terminó por replegarse a un segundo plano y optó por dejar el manejo de la crisis y la vocería exclusivamente en manos del ministro de salud, Jaime Mañalich.

El todopoderoso ministro le puso el pecho a las balas, blindó al presidente y monopolizó las críticas de la oposición, las embestidas de los medios y la furia de las redes sociales. Nada parecía conmoverlo, por el contrario, después de un breve período de calma y cierta empatía, volvió a arremeter contra un periodista que le preguntó quién era el responsable de la crisis. “Es un virus que se llama coronavirus”, respondió secamente. La furia de las redes no se hizo esperar, así como la crítica cerrada de la oposición.

Mañalich parecía imperturbable hasta que lanzó una frase que encerraba una brutal autocrítica: “Todos los ejercicios epidemiológicos, las fórmulas de proyección con las que yo me seduje en enero, se han derrumbado como castillo de naipes”.

A partir de ese momento el súper ministro pareció quedar a la deriva y su estrella empezó a apagarse. Hasta que vino la seguidilla de correcciones de los datos de las muertes, los cambios permanentes de la forma de contabilizar los contagios, las marcha y contramarchas, la forma cada vez más confusa de entregar las instrucciones a la ciudadanía y, por último, la falta de cumplimiento de la cuarentena por parte de la población, que no prestó atención a las instrucciones de la autoridad sanitaria. La batalla de Santiago, la madre de todas las batallas contra el virus se estaba perdiendo. La gota que rebalsó el vaso fue reconocer que Espacio Público tenía razón en relación al conteo de los fallecidos. El presidente comprendió que la cuenta del ministro se encontraba sobregirada y decidió su baja. Concentraba el ministro la rabia, la ira de muchos y la crítica sorda y muchas veces carente de propuestas constructivas. Piñera bajó el pulgar, como en un circo romano, y recurrió en su reemplazo al mediático Dr. Paris, ex presidente del Colegio Médico, y frustrado Ministro de Salud en el primer gabinete de Piñera 2.

Buen comunicador, empático y muy pedagógico parece el hombre indicado para manejar la crisis en el estado actual. Su gran desafío aparte de corregir aspectos técnicos que son de su competencia, es generar las confianzas necesarias, para que la población haga su aporte a la solución del problema, cumpliendo las cuarentenas y las instrucciones de la autoridad sanitaria.

El presidente ha puesto las fichas en el Dr. Paris, sin acento. Sabe que no tiene mucho espacio ni tiempo, y debe haber pensado que Paris ‘”bien vale una misa en París”.

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