Papa Francisco

Señor Director:
Con la partida del papa Francisco, el mundo despide no solo a un pontífice, sino a una voz moral que supo interpelar al poder desde la humildad. Su legado trasciende los muros del Vaticano: nos deja una Iglesia más cercana a los pobres, más consciente del dolor del mundo y más valiente para hablar de lo que antes callaba.
Francisco nos enseñó que la fe no debe vivirse en las alturas, sino en las periferias, donde habitan los migrantes, los descartados, los olvidados. Su lucha contra los abusos, su clamor por una economía al servicio del ser humano y su encíclica Laudato Si’ – un grito por la Tierra – son faros éticos para creyentes y no creyentes.
Fue un pastor que prefirió la ternura al dogma, la compasión al juicio, el encuentro al enfrentamiento. Nos mostró que el Evangelio se predica con gestos, no con privilegios, y que el poder solo tiene sentido si es para servir.
Hoy la humanidad pierde a un guía, pero su mensaje sigue: una invitación constante a la fraternidad, al diálogo, al cuidado del otro y de la casa común.
Rodrigo Durán Guzmán