En este momento, en todo el orbe, hay 26 posibles vacunas contra el Covid-19 que se encuentran en ensayos clínicos avanzados y más de 100 en etapas menos avanzadas.
Ayer, la Organización Mundial de la Salud admitió que de esas aventajadas hay seis en “fase muy avanzada”, por lo que hay esperanzas de que pronto pueda haber una inmunización de la población mundial.
El director general de la OMS, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien a principios de esta semana advirtió que podría no haber una “panacea” contra la COVID-19, matizó ayer que el hecho de que algunas de las posibles vacunas se encuentren en la tercera fase de ensayos clínicos es “esperanzador”, aunque subrayó que deben esperarse los resultados finales de estos test.
Tres de las seis vacunas se desarrollan en China, mientras que las otras son objeto de estudio en los laboratorios de las farmacéuticas estadounidenses Pfizer, Moderna y la británica AstraZeneca, esta última en colaboración con la Universidad de Oxford.
Pero a medida que los proyectos de vacunación progresan también se multiplican las dudas. Nadie ha sabido responder cuánto tiempo tardarán los ensayos en humanos en producir resultados, ni cuánto tiempo se tardarán los reguladores en aprobarla, incluso reduciendo a 50 por ciento el nivel mínimo de eficacia aceptable.
La semana pasada, en un programa de CNN, Bill Gates estimó que la vacuna recién estará disponible a fines del próximo año y es más que probable que los primeros de la fila sean los países ricos y quizás en los siguientes nueve meses el resto del planeta, de modo que recién en 2022 llegaría a Chile, pese a los despliegues discursivos de nuestras autoridades -que dicen tener línea directa con Donald Trump- o el oportuno debate que se está dando fuera de Chile respecto de alcanzar un consenso mundial para que cualquier vacuna sea un bien público común, y no se instalen en esta crisis visiones nacionalistas.
Pero lo cierto es que, hasta ahora, el virus no se ha ido, y como con suerte tendremos una vacuna el segundo semestre del próximo año, no queda otro camino que adaptar la vida a la amenaza permanente del covid-19.
Lamentablemente, tras 150 días de pandemia en Chile, ha quedado demostrado que éste es uno de nuestros grandes problemas. La incapacidad para cumplir protocolos sanitarios mínimos para evitar contagios.
Es absolutamente comprensible que con el pasar de los meses se genere ansiedad por recuperar la normalidad en nuestras vidas. Hay quienes seguramente gozan de comodidades que les permiten seguir en aislamiento y otros, no. Pero aquí la reflexión es pensar primero en la integridad física por obvias razones. Es la mejor contribución que podemos hacer para superar esta crisis sanitaria.
En sociedades más desarrolladas que la nuestra, que han logrado controlar de mejor forma la pandemia, el elemento que marca la diferencia es la responsabilidad individual. Esa la gran enseñanza que continuaremos difundiendo para enfrentar el coronavirus: el autocuidado es la única vacuna que hoy tenemos a mano.