Como era de esperarse, un intenso debate ha generado en el país la estimación que realizó un grupo de científicos nacionales que plantea un escenario de 70.000 muertes por covid-19 de aquí a diciembre, de no modificarse sustancialmente los indicadores que tienen a Chile como el séptimo país con más contagios del mundo, detrás de Estados Unidos, Brasil, Rusia, India, Reino Unido y Perú.
Las cuarentenas dinámicas y la falta de control del aislamiento son algunas de las causas que –señalan los expertos– agravaron la situación. El 3 de marzo se reportó el primer caso, sin embargo, las políticas de control no fueron implementadas de forma estricta, perdiendo una oportunidad importante en el tema de la vigilancia, pues no se trazaron ni se aislaron los primeros casos de forma efectiva, cuando se podía.
Pero además, las otras medidas implementadas no fueron fuertes. No se implementó un aislamiento para todo el país. Al contrario, se establecieron cuarentenas dinámicas, con muy poca claridad sobre por qué se cerraban o reabrían las comunas cada semana.
El Gobierno también implementó los salvoconductos, permisos temporales que la gente podía solicitar por internet para hacer trámites. Dichos permisos fueron abiertos y no cumplieron su objetivo de permitir desplazamientos solo en situaciones excepcionales.
Pero a esto se suma que no se han garantizado las condiciones para que las personas permanezcan en casa, pues cuando enferman es muy difícil acceder a una licencia y ante el riesgo de perder el empleo siguen saliendo aun cuando están contagiadas. Un estudio del Colegio Médico demostró que el 15 por ciento de las personas con diagnóstico de covid-19 siguen saliendo a trabajar, al igual que el 43,6 por ciento de las personas con síntomas.
Pero la estrategia sanitaria también falló porque no se ha buscado evitar los contactos. Gran parte de los esfuerzos del Gobierno estuvieron en aumentar la capacidad de camas críticas, de ventiladores mecánicos, pero no será suficiente si no se cortan los contagios.
El país tiene en cuarentena total a más de 8 millones de personas, pero los expertos advierten que la estrategia debe cambiar del todo, pues si no se sabe dónde está el virus, se actúa a ciegas. Mayor capacidad de testeo y fortalecer la capacidad de trazabilidad deberían ser la prioridad, además de establecer medidas de orden social que permitan que los aislamientos sean dignos y efectivos.
Para ser claros: las personas, pero también las empresas, las autoridades nacionales y locales, entre muchas otras instancias, tienen que responder afirmativamente al llamado de los científicos a la máxima precaución. Este llamado debe estar presente en todas las decisiones que por estos días se tomen, colectivas o individuales.