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Orgullo y fe selectiva

Señor Director:

Junio marca el Mes del Orgullo, un tiempo para visibilizar a quienes por décadas han sido marginados por amar o ser distintos. No es una moda ni una provocación: es un acto de memoria y dignidad. Sin embargo, cada año aflora la misma hipocresía: gente que habla de respeto, pero se incomoda con una bandera; que predica amor, pero discrimina en nombre de Dios.

Muchos preguntan por qué no hay un “mes del orgullo heterosexual”, como si serlo hubiese significado esconderse, perder trabajos o sufrir violencia. Lo que molesta no es el orgullo, sino que ya no se puede obligar a nadie a vivir en la sombra.

Peor aún es cuando el rechazo viene desde la religión. ¿De qué sirve una fe que habla de compasión, pero señala y excluye? Jesús no anduvo condenando a quienes eran distintos, al contrario: se acercó a ellos. Hoy, en su nombre, algunos solo levantan el dedo acusador.

El Orgullo no impone nada. Solo exige lo básico: vivir y amar sin miedo. Ojalá este mes sirva para revisar cuán coherentes somos con lo que decimos creer.

Porque quien usa a Dios para juzgar al otro, lo hace más por soberbia que por fe.

Alex Carrasco

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