Oposición(es): superar los silencios y lo reactivo
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Se podría pensar que el bajo apoyo que concita en las encuestas el actual Gobierno se debe al importante trabajo que ha desarrollado durante este tiempo la oposición o mejor dicho las oposiciones; desde aquellos sectores de la otrora Nueva Mayoría hasta el Frente Amplio; sin embargo, el mayoritario rechazo al Gobierno de Piñera, no tiene como razón de ser el trabajo mancomunado y activo de los sectores opositores, más allá de algunas excepciones, todo lo contrario, se debe al deficiente manejo político, económico y comunicacional que ha demostrado durante estos años el Gobierno de derecha. En ese terreno, las oposiciones parecen estar sumergidas en un silencio sepulcral, con un mínimo de capacidad para poder articular siquiera un discurso básico y coherente frente a la actual administración del país. Por lo tanto, estamos en presencia de un escenario preocupante, pero que no logra ser peligroso o fatal y que dice relación con una oposición más bien silente y reactiva frente a lo (poco) que propone este Gobierno.
Se podrá decir o argumentar que la derrota en la última elección aún duele, que dicho golpe atomizó las relaciones existentes (si es que existía algo de relación) o bien que las rencillas internas, las disputas personales y el seguir buscando responsables de lo acontecido aún constituyen variables que han sido difíciles de sanar o sobrellevar. Por otra parte, se argumentará que desde hace un tiempo se está en un proceso de rearticulación, en otras palabras, un trabajo interno, silencioso, de conversaciones para construir un acuerdo mínimo y básico respecto a qué hacer, con quién construir alianzas y sobre todo qué ofrecer como alternativa al país. Sin embargo, y sin desconocer aquellas (buenas) intenciones, se requiere superar ciertas cuestiones fundamentales si se quiere levantar o proponer algo al país. Por ejemplo, le hace muy mal a la variopinta oposición que cada cierto tiempo aparezcan en los medios algunos dirigentes señalando que están disponibles para una candidatura presidencial, en otras palabras “ofreciéndose” como cualquier producto. Se supone que antes que los nombres, se deben canalizar ideas, convertirlas en un programa y luego vislumbrarlas en un proyecto (que es lo que queda), para finalmente buscar al o la mejor persona que logre canalizar o representar dicho proyecto. Entonces sería sano para la oposición y la ciudadanía en general, escuchar (debates) ideas y propuestas, antes que eventuales candidaturas.
Pero no es solo aquello, si el objetivo es construir una mayoría política y social, entonces más que buscar los puntos de divergencia o desacuerdo, mejor pensar en aquello que los une o convoca; por lo tanto, estipular “vetos”, “condiciones” o “peros” ante algún partido por su actuar ante un determinado proyecto o iniciativa, no va precisamente en la línea de construir mayoría; todo lo contrario, termina restando y generando rencillas y peleas mediáticas y hasta personales.
En consecuencia, un importante sector de la población viene hace rato expresando un rechazo a este Gobierno, es hora que las oposiciones se hagan cargo responsablemente de aquello, superando la política silente y reactiva de estos meses.