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La Región de Ñuble, y específicamente la ciudad de Chillán, ha registrado un fuerte incremento en el número de estudiantes de enseñanza superior en los últimos 20 años. Es así como pasó de los 12.000 matriculados en el año 2000, a más de 30 mil el año pasado.
Ello da cuenta de un mayor nivel de escolaridad de la población, así como del aumento de la oferta académica en la capital regional, lo que queda en evidencia al constatar que en la actualidad se ofrecen más de 200 carreras en 19 establecimientos.
Chillán se ha convertido, entonces, en un polo educacional, atrayendo a jóvenes de distintas regiones, que ven en esta ciudad una alternativa económica y segura para estudiar, lo que está en sintonía con la vocación de centro de servicios que tiene hoy la urbe por su condición de capital regional.
Esto, naturalmente, tiene un impacto económico importante en la ciudad, pues esta población “flotante” requiere de hospedaje, alimentación, entretención, artículos de estudio, vestuario y transporte, entre otras demandas. Basta observar las inversiones de algunos centros de enseñanza que han ampliado o mejorado su infraestructura para incrementar su capacidad y favorecer el trabajo académico. Y si se trata de novedades, también se ha aumentado el número de carreras, con un énfasis en las áreas de medioambiente, administración pública y salud.
Lamentablemente, pese a estas auspiciosas cifras, la zona no ha sido capaz de mejorar el nivel del capital humano local, pues los egresados optan por emigrar a Santiago y a otras regiones donde existen más oportunidades laborales y salarios más elevados.
En suma, Ñuble, y particularmente Chillán, es un prestador de servicios de enseñanza, que exporta la mayor parte de su capital humano, y que no ha sabido aprovechar esta masa crítica para promover el desarrollo económico de la zona.
Para un abogado, un ingeniero o un médico veterinario, y también para los técnicos, la capital de Ñuble no representa una alternativa atractiva desde el punto de vista laboral, porque sencillamente no existe la oferta, pero tampoco es atractiva desde el punto de vista del nivel de los salarios, que están entre los más bajos del país. Todo esto repercute en la escasez de emprendimientos y reduce las posibilidades de generar valor agregado a la producción.
Ello significa, en la práctica, que de no ocurrir un cambio, la zona seguirá produciendo y comercializando commodities (madera, celulosa y frutas, principalmente), y los salarios de sus trabajadores seguirán siendo bajos en comparación con el promedio nacional.
Este círculo vicioso, en que los salarios bajos son un desincentivo para la atracción de profesionales, y la falta de profesionales dificulta la agregación de valor a la producción y la generación de emprendimientos, que a su vez, son determinantes en la estructura salarial local, hace necesario el apoyo estatal para crear las condiciones para aumentar la inversión privada y por otro, focalizar los incentivos en las micro, pequeñas y medianas empresas que agreguen valor.
El desarrollo económico exige una planificación. Los centros de enseñanza ya están, ahora sólo falta políticas públicas para la retención de profesionales y espacios para el aprovechamiento de ese gran capital humano.