Señor Director:
Será quizá porque soy una persona que, dentro de mis capacidades y limitaciones, siempre he intentado usar bien el lenguaje, pero sucede que no puedo dejar de tener un sentimiento de profundo ridículo y distancia cuando escucho a políticos que ya atraviesan con largueza la edad provecta, hablar de “todas y todos, ellas y ellos, amigas y amigos”, y otras expresiones de la misma índole, en una especie de patética claudicación al vértigo de la manada. Así, observo con desencanto que la fuerza de la ola ideológica y del oportunismo distorsiona hasta el habla cotidiana y, de a poco, con la fatal monotonía de un segundero, sin que incluso avezados dirigentes lo adviertan, va arrollando a su paso las escasas reservas de buen sentido que todavía dificultosamente sobreviven en nuestro país.
Gustavo Adolfo Cárdenas Ortega
Abogado