Share This Article
Desde hace un tiempo se observa en el país un creciente y, además, paradójico desconocimiento de la historia. Esto ocurre cuando aparentemente más se divulgan, en términos populares, supuestos conocimientos históricos.
No pocos factores influyen en esa especie de amnesia colectiva que parece haberse puesto de espaldas a un pasado de heroísmo, sacrificios e imaginación creativa. Con esa virtuosidad se edificó la nacionalidad bajo el impulso de diferentes figuras, destacando por sobre todas el aporte de Bernardo O’Higgins, cuyo natalicio se conmemora hoy en Chillán Viejo con la presencia de las más altas autoridades de la nación, encabezadas por el Presidente de la República, Gabriel Boric.
A 246 años de su nacimiento, su figura parece parte obvia de un relato que avanzó dejando atrás el sentido que explica cómo y por qué justificadamente carga con el título de Padre de la Patria. Bernardo O’Higgins no es una especie de ser mitológico que por atributos sobrehumanos forjó la independencia nacional. Fue un hombre de carne y hueso, pero igualmente un militar sobresaliente y un visionario político, adelantado a su época. Luchó contra el colonialismo español y la pretensión expansionista del bonapartismo, se jugó la vida y su fortuna por la independencia y la formación del Estado nacional, así como aspiraba al término de la esclavitud y a que el país formara a las nuevas generaciones. Quiso ofrecer educación para todos. Por ello creó la Escuela Militar y la Escuela Naval, así como construyó el Instituto Nacional, en su época, la primera y gran universidad pública en Chile.
Pero existe también una faceta menos conocida y que tiene que ver con el rol que jugó en los albores de la República, al ser elegido diputado de la recién formada Junta de Gobierno al instalarse el Congreso Nacional en 1811. En lo que hoy día podría considerarse un regionalista, Bernardo O’Higgins abogó por el mantenimiento de una mayor presencia de diputados de Concepción y Santiago en el Consejo Patriótico, grupo que buscaba lograr la independencia con mayor celeridad. Creía que la excesiva centralización era un hecho injusto para los territorios, abogaba por una representación más equitativa.
Fue él quien convenció a Juan Martínez de Rozas a convocar a un Congreso Nacional, y ello correspondía a uno de sus principios de derecho público, dado que la idea de la representación de la soberanía nacional a través de un Congreso ya era parte de su cultura política formada, por una parte, en su relación intelectual con Francisco de Miranda y otros próceres independentistas que conoció en su estadía en Europa y, más en general, por el conocimiento que adquirió de las instituciones en la vieja Europa durante su estadía en Inglaterra y en España, como también en el contacto epistolar que mantuvo con Simón Bolívar y que se concretó en la convocatoria del primer Parlamento del continente latinoamericano.
Los pensamientos sobre la representación popular de las nacientes regiones, el rol del mundo indígena, y la igualdad de oportunidades de todos quienes habitan el territorio nacional nos muestran un O’Higgins mucho más progresista y regionalista de lo que la historiografía conservadora ha mostrado. Un pensamiento y convicciones que tienen mucho que iluminarnos en temas que mantienen completa actualidad.