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La evidencia es clara respecto del estancamiento del progreso educativo antes de la pandemia, e informes recientes estiman que la crisis sanitaria del covid-19 afectó a todos las regiones de Chile por igual, y que sus efectos perjudicaron los aprendizajes y profundizaron una crisis que ya venía afectando al sistema educativo, en general.
A su vez, informes recientes sobre el desarrollo económico y social estiman que, en materia educativa y reducción de la pobreza, se retrocederá a niveles anteriores al logrado en las décadas de los años 1990 y 2000 y profundizará las brechas de equidad y calidad ya existentes.
Igualmente, con la deserción en niveles altísimos, una tarea urgente es ir por esos niños y adolescentes para devolverlos al sistema; y paralelamente, hacer los esfuerzos para reducir el rezago en los aprendizajes.
Es un escenario complejo, que no debe abordarse con una mirada a corto plazo ni con sesgos ideológicos. En ese sentido, frente a recursos económicos y humanos limitados, es de toda lógica que los esfuerzos se deben concentrar en lo urgente, como la llamada “reactivación educativa”, sin embargo, ello no necesariamente significa desatender los desafíos importantes, como la alfabetización digital.
La alfabetización digital es la capacidad de una persona para realizar diferentes tareas en un ambiente digital. Esta definición genérica engloba muchos matices ya que incluiría la habilidad para localizar, investigar y analizar información usando la tecnología, así como ser capaces de elaborar contenidos y diseñar propuestas a través de medios digitales.
La alfabetización digital debe entenderse no solo como un medio sino también como una nueva forma de comunicación y de creación y comprensión de la información.
Estancado en sus discusiones políticas, preso de la incertidumbre, sin una estrategia de desarrollo de largo plazo y con trabajadores que han bajado su productividad en los últimos años, Chile necesita enfrentar el futuro con un capital humano preparado para ser parte de una revolución digital que ya está en marcha, y Ñuble no es la excepción.
Enfocarse en el desarrollo de las habilidades que se requieren para vivir en una sociedad más tecnologizada debe ser un imperativo en todos los establecimientos educacionales, urbanos y rurales, públicos y particulares, porque el manejo de aquellas habilidades marcará la misma diferencia que en siglo 20 representó saber leer y escribir.
En Ñuble, con la segunda tasa de pobreza más alta del país, con la mayor tasa de ruralidad y con los más bajos niveles de penetración de internet -con la excepción de Chillán-, el desafío parece ser titánico, considerando, además, otras variables culturales y demográficas.
Es fundamental, entonces, que las autoridades den señales de que pueden abordar lo urgente y lo importante, definiendo metas y plazos a partir de diagnósticos compartidos, donde la voz de los expertos, de los profesores y de las comunidades escolares sea escuchada, para implementar soluciones que respondan a las realidades locales.