Share This Article
Una de las amenazas más acuciantes de la crisis climática es la pérdida acelerada de diversidad biológica en el mundo. La modificación y la destrucción de ambientes naturales conduce a la llamada “sexta extinción masiva” de especies.
Tan importante resulta esta cuestión que durante las últimas reuniones de las partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (un tratado internacional multilateral), más de 80 países decidieron, para afrontar estos escenarios, fijar una meta exigente: conservar el 30% de la superficie del planeta para 2030.
Esta propuesta está basada en documentos científicos incuestionables, tanto en aspectos biológicos y climáticos como económicos.
Este 30% es la superficie mínima para garantizar la supervivencia de la trama de ecosistemas que albergan la mayoría de las especies vivientes, en una intrincada red de interacciones que, entre otras cosas, nos proveen los servicios ambientales necesarios para producir alimentos. Tal es así, que el Foro Económico Mundial ha considerado la pérdida de biodiversidad como una de las principales amenazas de la economía a escala global.
En nuestra región hay áreas de alto valor ambiental, con especies que son consideradas escasas o prácticamente ausentes en el resto del país. Además, en una zona que es esencialmente productiva, la flora nativa cumple una importante función protectora de cuencas.
Sin embargo, esta riqueza biológica también está expuesta a una alta vulnerabilidad producto de las transformaciones que imponen actividades económicas como la agricultura, el monocultivo de plantaciones exóticas, la hoy deprimida industria de la celulosa y la creciente actividad de explotación energética, aún se trate de fuentes renovables.
Por lo mismo, todo aquello que se haga por preservarlas son buenas noticias y en ello se inscriben las declaratorias de santuarios de la naturaleza de humedales en la desembocadura del río Itata o de la laguna Santa Elena, en Bulnes.
Se trata de ecosistemas de alto valor para la biodiversidad, puesto que provee de refugio para el descanso, nidificación y agregación post-reproductiva de cientos de especies de aves locales y migratorias. Como estas, en Ñuble hay otras áreas protegidas que han demostrado ser herramientas eficaces para preservar el patrimonio natural regional y garantizar los servicios que brinda la naturaleza, además de generar fuentes de trabajo, a través de la agricultura y del turismo.
Ñuble está en un buen camino para cumplir ese objetivo. Hoy hay numerosos proyectos de áreas protegidas que esperan su concreción, y tanto los municipios como los privados pueden sumar más.
Todas las personas con conciencia ambiental esperan que la Región de Ñuble sepa estar a la altura de la enorme responsabilidad que significa tener áreas con una biodiversidad única en Chile y que es también un privilegio, por lo tanto, el llamado es a adoptar las medidas tendientes a darles una efectiva protección. De lo contrario, perderemos la oportunidad de preservar estos valiosos ecosistemas para las futuras generaciones.