Jaime García se abraza con Patrick Kiblisky, ex presidente de Ñublense y revela.
“Cuando dudaron de mí y me querían echar, Patrick apostó y me apoyó, me ha hecho crecer como entrenador y persona en estos cuatros años”, confiesa el entrenador emocionado en la zona mixta.
“Yo le dije a Jaime que confiaba en que este equipo estaría entre los tres mejores del torneo y mira dónde está, ha logrado plasmar todo lo que queríamos como club”, sentencia Kiblisky, mientras los diablos rojos saborean unas pizzas en un festejo íntimo en el camarín chillanejo.
[bg_collapse view=”button-orange” color=”#4a4949″ expand_text=”Leer más” collapse_text=”Menos” inline_css=”width: 100%” ]Hace pocos minutos, en una caldera, porque eso fue el estadio La Granja, el equipo de Ñuble había escrito otra vez la historia con tintes dorados.
Tal como ocurrió el 2004, ganó el clásico a Curicó Unido, pero esta vez, peleando un cupo directo a la Copa Libertadores.
El corajudo elenco de Jaime García supo dar vuelta el marcador para ganar por 2-1 en un recinto donde estaba preparada una fiesta. Así es. El club curicano tenía fuegos artificiales para lanzarlos si ganaban y clasificaban directo a la Copa Libertadores.
Y parecía que lo lograba, porque a pesar de tener tres bajas sensibles (Cahais, De la Fuente y Leiva), arrancó ganando con un zapatazo cruzado de Mario Sandoval, tras una pérdida de Ñublense en la salida.
El Rojo sintió el golpe, pero supo reaccionar y Alexander Aravena puso la igualdad a los 34 tras filtrarse entre los centrales y sacar un remate pegado a un poste.
Curicó había solo marcado el gol, pero por manejo y funcionamiento, el equipo de García había avisado que tenía más argumentos para ganarlo con fútbol asociado y mucha paciencia.
Guerra y un gol
clásico Curicó comenzó a perder claridad y la tenencia de balón y Ñublense, con mesura, oficio y jerarquía comenzó a arrimarse al arco de Cerda marcando su sello.
Refrendó su propuesta cuando Guerra marcó el 2-1 con un golazo tras asistencia de Aravena.
Remate bajo de primera y nada que hacer Cerda. Guerra se sacó la camiseta y se fue a festejar con una veintena de hinchas del Rojo que llegaron a la Granja.
El público curicano hirvió y los jugadores de Damián García cayeron en la desesperación. Apareció el trauma del 2004. De esa final dramática de Tercera División. Esta vez, a los pies del Cerro Condell. Curicó apostó por meter pelotazos con el ingreso de Coelho, pero la defensa de Ñublense estuvo impasable con Vargas y el regular Caroca en el fondo.
El juez Rodrigo Carvajal expulsó a Mario Sandoval por doble amarilla y Ñublense aguantó estoico la presión tortera durante los últimos siete minutos de descuento.
Pitazo de Carvajal. Festejo rojo. Frustración curicana.
Los jugadores de Ñublense debieron abandonar la cancha bajo paraguas y ante una lluvia de proyectiles de los hinchas curicanos.
La tarea estaba hecha. Otro golpe histórico. Queda un paso. Ahora ante Colo Colo. Pero en la Plaza de Armas de Chillán, los hinchas que no pudieron estar, desataron un carnaval para celebrar otra hazaña de un equipo que sigue haciendo historia.
Con un punto ante los albos, el próximo domingo a las 16 horas, clasificará directo a la fase de grupos de la Copa Libertadores. Para enmarcarlo. Para nunca despertar de este sueño.
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