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Hay varios modos de leer los resultados de ayer, pero a nivel regional todos convergen en lo mismo: el socialista Óscar Crisóstomo obtuvo un triunfo sorpresivo y contundente como gobernador de Ñuble, siendo reelecto en un proceso con voto obligatorio que tuvo una participación local de 89,21%, esto es 398.734 personas de un padrón de 446.936 electores habilitados para sufragar.
Con 41,5%, el trabajador social fue uno de los cinco candidatos a nivel nacional que superó el umbral del 40% en primera vuelta, un objetivo que se veía muy difícil de alcanzar, dado que compitió con otros seis postulantes, lo que hacía suponer una alta dispersión de votos y una inminente segunda vuelta.
Aunque con el paso de los días los datos electorales podrán procesarse adecuadamente, todo sugiere que la clave estuvo en la capacidad que tuvo Crisóstomo y su equipo no solo para movilizar de mejor forma su base electoral, sino para posicionarse en un amplio espectro de la opinión pública regional sin vinculación con la política partidista, tras una campaña no exenta de complejidades debido a la sorpresiva decisión de la Fiscalía Regional de reactivar un caso de supuesta corrupción en su contra que data de 2019 y que motivó una solicitud de desafuero que fue rechazada hace 15 días por la Corte de Apelaciones de Chillán.
Sin embargo, sería erróneo pensar que su triunfo se debe exclusivamente a un buen trabajo de campaña durante los últimos 60 días. Su gestión en los últimos tres años, caracterizada por la búsqueda de equidad territorial en la inversión del FNDR y el despliegue en las 21 comunas -con un estilo que el mismo definió como “convocante y no sectario”- habrían sido clave para la robusta votación que obtuvo en el mundo rural, superior a la de los principales centros urbanos, Chillán incluido.
En tanto para la derecha, esta segunda derrota en sus aspiraciones de controlar esta figura del sistema político regional es un golpe que la llevará a un duro camino que seguramente estará plagado de recriminaciones, tanto de cuestiones tácticas, como de otras más profundas en la relación entre los partidos de Chile Vamos (UDI, RN y Evopoli) y las otras colectividades opositoras a la izquierda, como Republicanos, el Partido Social Cristiano y Amarillos.
En la elección de alcaldes, en tanto, este fin de semana la ciudadanía de Ñuble le abrió las puertas a los independientes y “jubiló” a varios exponentes de la política tradicional, como el exalcalde de Chillán, Sergio Zarzar, quien aspiraba a volver a encabezar el gobierno de la capital regional. La reelección de Camilo Benavente (PPD), quien lo derrotó por más de 10 puntos porcentuales fue otro duro golpe para la derecha, pese a que ganó en las tres capitales provinciales, con Rubén Méndez en San Carlos, Eduardo Redlich en Quirihue y Gonzalo Bustamante en Bulnes.
Hay total coincidencia que en los niveles regional y comunal -más allá de ciertos matices territoriales- en Ñuble las urgencias están en la actividad económica (diversificación y atracción de inversiones) y en la generación de empleos de calidad, aspectos porfiadamente deficitarios que reclaman en quienes fueron electos y reelectos ayer un esfuerzo de gestión mayor al que hemos visto hasta ahora, de modo que puedan, por fin, ser esos representantes que traspongan la meta tantas veces invocada del desarrollo y la equidad social.