No le quite humanidad a su inteligencia
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Para evitar el alto costo político que implica rechazar el proyecto de reducción de horas de trabajo, el gobierno convocó a un panel compuesto por 17 expertos para validar su oposición a la iniciativa que rebaja la jornada laboral a 40 horas.
¿Quién es el dueño de la verdad? ¿La posee un selecto grupo de intelectuales que se reúnen para diseñar los destinos del país? ¿La doctrina de una determinada religión? ¿Un grupo afortunado de personajes que tienen la capacidad de concentrar la riqueza del país? ¿O doña Juanita que debe hacer malabares para cumplir con su extenuante jornada laboral y cumplir con las necesidades que demanda su hogar de ingreso medio?
La ideología, por antonomasia, es un medio de aproximación a la verdad; la ideología extrema -cuyo límite se hermana con el sectarismo- es el decreto implícito o explícito que garantiza que la sociedad va a pensar, decir y hacerlo que la verdad absoluta dictamina.
En un ambiente dominado por la ideología, la democracia palidece. En efecto, mientras la democracia genera una sociedad donde las personas suelen cuestionar la verdad oficial, la ideología brega por la supremacía absoluta de quienes la poseen. Frente al predominio de la ideología, la historia de la humanidad ha mostrado su peor cara. El enfrentamiento de la sociedad y sus consecuencias han sido, son y serán: catastróficas. Los horrores que genera el extremismo religioso, por ejemplo, no es muy diferente al holocausto que ocasionó el nazismo.
La civilización romana le enseñó a la humanidad, que la grandeza de un pueblo se puede alcanzar en democracia, es decir, que las personas tengan la capacidad de ponerse en el lugar de los demás donde coexistan armónicamente diversas realidades (verdades).En efecto, la prosperidad del imperio romano fue alcanzada en un período donde se logró establecer la paz y coexistencia con las distintas provincias de un vasto imperio que reunía a distintas civilizaciones y creencias bajo un solo imperio. La decadencia de Roma, se gesta con el afán de sus líderes de someter a las comunidades a los designios del emperador.
En este sentido, es esperanzadora la posición de algunos líderes en el país, con proyección de futuro, que han manifestado su voluntad de salir de la lógica de la ideología que mantiene de rehén a la sociedad. Muchos de ellos han cedido a sus propias convicciones, para cimentar una sociedad con mayor justicia y bienestar, semillas de la paz social.
En este sentido, la búsqueda del bien común debe primar por encima de las ideologías. Es decir, es posible que la solución a los problemas de doña Juanita no estén en sintonía con los postulados del modelo neoclásico, pero sus padecimientos debiesen ser motivo suficiente para estimular a la política pública para abrir el horizonte ideológico en la búsqueda de posibles soluciones. Esta realidad pasa necesariamente por reconocer la diversidad de problemas que aqueja a las regiones del país, donde cada territorio a partir de su identidad va a requerir de un Estado que sea capaz de reconocer dichas particularidades y actuar en consecuencia.
Actuar de esa manera, es propio de una sociedad que coloca la inteligencia al servicio de la humanidad.