“No borremos la memoria de Chillán”

Señor Director:
En Chillán, la Plaza de Armas late como un corazón que se niega a rendirse. Sus calles guardan risas entre hojas secas, bancos que crujen como viejos susurros, pasos lentos de quienes prefieren detenerse a mirar. Y ahora quieren transformarla, cubrirla de modernidad como si la memoria necesitara maquillaje.
Hablan de luces nuevas, pavimentos lisos, menos árboles. Lo llaman progreso. Pero la verdad es que a veces el progreso es un disfraz elegante del olvido. Nadie recuerda que lo que hoy quieren borrar está tejido con historias: el primer beso bajo un tilo, las carreras de los niños que aún ríen, marchas que hicieron temblar la ciudad y despedidas que el tiempo no borra.
El arquitecto Sebastián Gray dice que la plaza funciona. Y es cierto. Funciona porque respira con los recuerdos de quienes la aman. Porque no hay render ni plano que capture la sombra de un instante vivido, esa chispa que aprieta el pecho y provoca una sonrisa.
Toda ciudad puede pensarse mejor, sí, pero siempre recordando de dónde viene. Cuidar no es resistirse al cambio: es abrazarlo con cariño. Tal vez el verdadero progreso consista en eso: reconocer que la plaza sigue viva, y que mientras alguien la defienda, Chillán seguirá teniendo corazón.
Ricardo Rodríguez Rivas