La crisis que viven los regantes de Ñuble y que se agudizará a medida que pasen los meses, está lejos de ser un fenómeno aislado. Es, por el contrario, un ejemplo revelador de los impactos que está generando el cambio climático en la zona y que se acentuarán en los próximos años. De hecho, ya estamos viviendo en una región más calurosa y menos lluviosa que hace una década.
Igualmente, hemos constatado cómo una serie de paisajes se modifican debido a la menor disponibilidad de agua y el avance de las zonas áridas, trasladando cultivos desde la zona central hacia Ñuble. Lo hemos conocido como el “boom frutícola”, pero detrás de él hay una migración de cultivos desde la zona centro-norte, hoy convertida casi en un desierto.
Los científicos han realizado modelaciones y proyecciones hasta 2050, que arrojan cerca de tres grados más en verano y 5,5 grados menos en invierno, menos lluvias y mayor frecuencia de fenómenos extremos.
Precisamente, los estudios, más allá de registrar los evidentes cambios y hacer valiosas proyecciones, resultan fundamentales para diseñar estrategias que mitiguen los efectos del calentamiento global en la región. Justamente, su valor es que proveen de información a aquellos que trabajan en áreas como la economía, la educación, las políticas públicas, la agricultura y el turismo; y que apuntan a la necesidad de adaptar estrategias y políticas locales de largo plazo, con el fin de fomentar inversiones sustentables que no perjudiquen el medio ambiente.
Desde el punto de vista gubernamental y legislativo, se deberían fortalecer las herramientas estratégicas a través de leyes específicas de evaluación ambiental, así como aquellas sobre temas sectoriales, tales como aire, agroquímicos y áreas protegidas.
Igualmente, debe hacerse hincapié en la importancia de que el sector privado integre la sustentabilidad a todas sus decisiones y en la necesidad de incorporar en la toma de decisiones al sector académico y científico hoy presente en la UdeC, la UBB y el INIA principalmente y que son fundamentales para proveer información y análisis que son esenciales.
También sería recomendable trabajar con las organizaciones de la sociedad civil involucradas en la temática ambiental. Sin duda, resulta imprescindible contar con una visión superadora que incorpore la temática ambiental a las modalidades de las distintas actividades económicas de la futura Región -de forma articulada, inclusiva y participativa- para arribar a un modelo de desarrollo que le dé sustentabilidad a una matriz productiva que podrá planearse con mucha innovación, agregación de valor y avances hoy desconocidos, pero que seguirá basándose en la explotación de nuestros recursos naturales.
Cuidar el mayor patrimonio de Ñuble es una responsabilidad de la sociedad en su conjunto. Todos compartimos este fértil territorio y todos debemos incorporar esta visión en nuestras actividades. Sin embargo, para poder alcanzar un trabajo coordinado, en pos de un desarrollo sustentable y armónico, es imprescindible que todos los sectores generen alianzas. Se trata, pues, de reforzar las responsabilidades propias de cada uno para maximizar los resultados de sinergias de las que todos seremos beneficiarios.