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En Chile, tenemos un nutrido calendario de días dedicados a llamar la atención sobre distintos componentes del medio ambiente y prácticas sustentables. La mayoría adhiere a efemérides de alcance mundial, pero también hay algunos “días nacionales” que nos dan la oportunidad para analizar las amenazas a las que están expuestos los ecosistemas de nuestro territorio, y discutir acciones para enfrentarlas o para prevenir daños futuros.
Ayer precisamente se conmemoró el Día Nacional del Medioambiente”, que aplicado a nuestra región nos entrega un balance de claros y oscuros, con avances y también brechas que hay que cerrar para llegar a un estado deseado de conservación y desarrollo económico.
Para nadie es un misterio que en Ñuble persiste una profunda brecha que separa la protección, remediación y restauración ambiental, de los impactos y la pérdida de biodiversidad que han supuesto la mayoría de las estrategias de apropiación de recursos naturales de nuestra economía. En las tres provincias (Itata, Diguillín y Punilla) se advierte que el desarrollo de actividades económicas constituye una potencial amenaza, en la medida que no exista una visión que combine la conservación de esos ecosistemas con los emprendimientos que allí se proyectan o que incluso ya son realidad.
Muchos consideran que los impactos ambientales están siendo manejados de una u otra manera, y por lo tanto el temor y la crítica son injustificados. Tampoco faltan quienes agregan que esta problemática ambiental es una necesidad imperiosa para salir del subdesarrollo en que nos encontramos, con una tasa de desempleo que no baja de los dos dígitos y es repetidamente la más alta del país.
Pero más allá de explicaciones, justificaciones o disculpas, lo cierto es que al observar la situación de la región, se constata un persistente deterioro de actividades que explotan recursos naturales y además requieren insumos en energía y servicios básicos, redes de transporte, y manejos territoriales, que a su vez tienen agudos impactos ambientales.
Por ejemplo, las Termas de Chillán, incluida dentro del amplio corredor biológico Nevados de Chillán-Laguna del Laja, podría ser en el futuro un territorio plagado de edificaciones, de no mediar mayores regulaciones. Pero no solo la expansión del turismo amenaza a esta zona. La construcción de centrales de energías “limpias”, como la solar y eólica, también son parte del inventario de amenazas sobre el valle central de Ñuble y miles de hectáreas agrícolas.
Nos encontramos inmersos en condiciones donde se mezclan la urgente necesidad de diversificar y agregar valor a nuestra matriz productiva, con una creciente resistencia social a la depredación de la naturaleza. Se trata, en consecuencia, de un escenario complejo, pero también de una oportunidad para instalar un nuevo paradigma en el uso de nuestro territorio, que armonice los valores de la conservación ambiental y el desarrollo económico que necesita la región con la tasa de desempleo más alta de Chile.