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Señor Director:
Como se esperaba, el presidente Nayib Bukele fue reelegido en El Salvador por una mayoría abrumadora, las razones de este reconocimiento ciudadano, están a la vista: Uno de los países con mayor criminalidad del mundo, se convirtió en uno de los países más seguros del mundo.
¿Cómo fue posible arrinconar a la delincuencia de manera tan inédita en América Latina? La respuesta es muy sencilla: El gobierno decidió enfrentar a la delincuencia con todos los recursos del Estado optando, definitivamente, entre la gente de bien y los malvados.
Desde luego, no faltan las críticas: ha violentado los derechos humanos de los delincuentes, lo que suele ser inevitable cuando se quiere proteger los derechos humanos de la gente honesta de la sociedad.
Es obvio, que para atrapar a los criminales es casi seguro que hay que enfrentarlos por la fuerza antes o durante sus disparos contra la policía. Se acabó la cárcel como “escuela de perfeccionamiento” de los delincuentes: Aislamiento, privación de celulares, visitas conyugales y otras prebendas impuestas por el progresismo. Como se sabe, esta ideología considera que los delincuentes son producto del capitalismo, víctimas de la miseria y la falta de oportunidades. Se pasa por alto que la inmensa mayoría de los pobres no son delincuentes. Para colmo, este ideologismo ha llegado al extremo en Chile a entregar pensiones de gracia a delincuentes con un “currículum” impresionante.
Se critica que modificó la constitución para poder reelegirse. Son los mismos que nada dicen, de más de 60 años de reelecciones en Cuba con partido único, 25 años de Chavismo con elecciones fraudulentas o las reelecciones de Ortega con todos sus opositores encarcelados.
Bukele es mirado con atención por pueblos cansados de tolerancia y medias tintas con el crimen.
Alejandro Witker
Historiador