Señor Director:
Algo huele mal en el Kremlin. El arresto del activista de 44 años, Alexéi Anatólievich Navalni, y la publicación de un video-denuncia de su autoría precipitaron una ola generalizada de protestas en más de cien ciudades rusas, desde Moscú a Vladivostok. Estas congregaron al amplio espectro de la oposición (libertarios, izquierdistas, liberales pro-Occidente, nacionalistas), y a jóvenes trabajadores y de clase media. La Federación Rusa, como bien se sabe, no es una democracia, sino que una autocracia electoral cleptocrática. Si bien, protestas opositoras vienen reportándose durante toda la década de 2010 contra el régimen de Vladímir V. Putin, es la primera vez que estas se desarrollan bajo una figura pública prominente y carismática.
Si bien el mensaje de Navalni es fuertemente populista pudiese ser este el inicio de una “revolución de color” tal como fuese la rosa en Georgia (2003) o la naranja en Ucrania (2004). Asimismo, las protestas en Bielorrusia de 2020 mostraron al partido conservador de Putin, Rusia Unida, lo que puede llegar a ser un movimiento prodemocrático generalizado. De esta forma, la audiencia fijada para el próximo 2 de febrero en contra del señor Navalni —quien arriesga varios años de cárcel—, influenciará decididamente si es que Rusia se apresta a movimientos de protesta que pongan en jaque al Kremlin desde dentro.
Camilo Barría-Rodríguez