Share This Article
La presencia de la mujer en el gremio de transporte público es minúscula. Para fomentar su incorporación a este rubro la Seremi de Transportes y Sence promueven cursos gratuitos para formar a conductoras profesionales clase A-3, que las acredita para manejar taxis, ambulancias, transporte escolar o vehículos motorizados de transporte público y privado sin límite de capacidad de asientos. Es una iniciativa que busca disminuir la brecha de género en una actividad laboral históricamente masculinizada.
Otra estrategia que incentiva la inclusión de la mujer en el área es la Mesa de la Mujer en el Transporte Público, conformada por la Seremi de Transportes, la Seremi de la Mujer y Equidad de Género y conductoras de la Región de Ñuble. Entre sus acciones está prevenir la violencia de género, identificar las dificultades a las que se enfrentan en este campo laboral y la manera de poder enfrentarlas.
“Uno de los principales desafíos va relacionado con que hay una alta reticencia de ciertas personas en contratar mujeres para la conducción. Existen ciertos mitos con respecto a la conducción de las mujeres, que es un tema que hay que ir trabajando para eliminarlo, ya que eso genera un daño en la posibilidad de acceso a la mujer al trabajo en transporte”, afirma el seremi de Transportes, Javier Isla.
El encargado regional de la cartera precisa que, de acuerdo al catastro, en Ñuble “en transporte público mayor, son cerca de 7 u 8 mujeres las que están trabajando actualmente. Hay más en colectivos, taxis y camiones también, pero no tenemos las cifras exactas de cuántas son”.
Una de esas conductoras es María Eugenia Becerra Aguilera, de 55 años, y quien este mes de agosto cumplirá dos años frente al volante de un microbús de la Ruta 2, en Chillán. “Recuerdo que fui a pedir un trabajo para inspector de garita, pero no me lo cedieron, y el dueño del taxibus que manejo me ofreció como conductor de autobús. Yo le dije que era imposible porque nunca había manejado un bus de 9,30 metros. Él me dijo, no te preocupes, ahí tienes un bus, entrénate y si te sientes capacitada, me avisas y te presento en la garita y te hacemos partícipe de nuestro trabajo”, comenta.
Tuvo un comienzo difícil a causa del machismo y el trato indiferente de sus colegas, pero fue una etapa que ya da por superada, y hoy es reconocida por sus compañeros de trabajo.
“Al principio no me querían nada, incluso me dijeron que yo iba a la línea a probar suerte nomás, les dije que no le venía a quitar el trabajo a nadie, que cada uno tenía que probar sus capacidades nomás (…) Hoy día todos me quieren, incluso tengo hasta un pseudónimo en la línea, me dicen ‘la tía Paty’”, dice.
En cuanto a los usuarios, destaca que no ha tenido malas experiencias y normalmente los pasajeros se muestran agradecidos por su labor, resaltando su valentía y precaución para manejar.
A juicio de María Eugenia la conducción de máquinas del transporte público sigue siendo exclusiva para los hombres solamente por el hecho de que “se creen que son los únicos que saben conducir”. Además, los describe como autoritarios, y ejemplo de ello, fue un percance que vivió en una ocasión mientras realizaba su habitual recorrido y el conductor de un taxi colectivo provocó daños en su micro luego de que no lograra avanzar primero que el taxibus.
“Tuve una agresión de un colectivo, un hombre de nacionalidad extranjera, incluso me quebró el vidrio del conductor porque como vio que cuando se enfrentó a mí yo era una mujer, entonces como no me pudo pegar, él simplemente se desquitó quebrándome el espejo. Y la causa fue que él quiso pasar primero que la micro y simplemente su auto chocó con la micro la parte trasera, entonces, como yo lo miré por el espejo nomás y no me bajé porque él había sido el culpable, su descarga fue esa”, relata.
La chofer de la Ruta 2 confiesa que se siente insegura especialmente cuando oscurece, por temor a ser víctima de un asalto o que roben a los pasajeros, sin embargo, eso no opaca la satisfacción que siente cada día por su trabajo y por entregar un buen servicio a las personas.
Tiene el respaldo y la admiración de toda su familia. “Tengo hartos nietos y soy la admiración de ellos. Mis hermanas están súper orgullosas de mí, me dicen que soy muy valiente para manejar una micro muy grande porque ellas ni siquiera son capaces de manejar un auto, y mi hijo me dice ‘mamá cómo andas en esa tremenda micro, estresándote’, pero a mí me gusta este trabajo, es tan adrenalínico que a mí me encanta”, agrega.
Dueña de la Línea 51
Hace casi 15 años que Olaya Urra de la Fuente, de 49 años, es conductora profesional. Se dedicó a esta ocupación tras perder su trabajo en un frigorífico y fue su mamá quien la motivó a ingresar al gremio de los taxis colectivos en la intercomuna Chillán-Chillán Viejo.
El primer desafío fue ganarse un voto de confianza y conseguir un vehículo para comenzar a trabajar, y eso por ser mujer demoró un poco.
“Yo empecé en la línea 17 del colectivo Río Viejo, empecé como relevo. Fui a conseguir autos los fines de semana o días de semana que me podían pasar un auto, esperaba sentada en una banquita que alguien me diera la oportunidad. Como mujer no me dieron mucho la alternativa de poder trabajar porque de primera antes a uno la veían diferente, no es como ahora. Entonces, ya hubo un día que un caballero, que es Fernando Jara, me prestó un auto. Después ya vieron cómo yo manejaba y todos los fines de semana y durante la semana me prestaban autos para trabajar”, relata.
“El desafío más grande fue poder entrar al rubro de transporte de hombres, realmente esto era de hombres. Yo decía, ‘yo puedo, ¿por qué no?’, a mí me encanta manejar y para uno trabajar en esto tiene que gustarle manejar, gustarle el volante y el buen trato hacia la gente, y todo eso lo tenía”, agrega Olaya.
Recuerda que recibió mensajes ofensivos por parte de choferes de otras líneas y también de algunos usuarios. “Me veían manejando y decían ‘anda hacer las cosas a la casa, qué estás haciendo, anda a lavar’. De primera me costaba, igual que había gente mayor que tampoco le gustaba ir con una mujer conductora. Una vez en Maipón con 5 de Abril un caballero mayor me abrió la puerta y me dijo, ¡Ay, mujer! y me dio un portazo. Después ya me empezaron a conocer y ya no tuve problema con la gente, les enseñé que una mujer podía conducir, incluso mejor que un hombre”, indica.
Tras el primer año como chofer, su mamá y una tía le prestaron dinero para adquirir su propio taxi colectivo. En la actualidad, Olaya es propietaria de la Línea 51 de taxi colectivos, que cuenta con 18 conductores e igual cantidad de unidades.
“Esto para mí fue un logro y se dio porque la gente de otras líneas me fue conociendo y fueron a mi casa a ofrecerme la Línea 51. Me dijeron que tenían muy buenas referencias de mí como persona y que les gustaría yo que yo fuera parte de esa compra, y ahora soy la dueña de la Línea 51, somos cuatro socios. Yo siempre he dicho a mis colegas que yo en la línea soy la dueña, pero afuera soy un conductor igual que ellos”, dice.
La conductora asegura que la mujer ha ido ganando terreno dentro del rubro del transporte masivo, y hoy se le puede ver manejando minibuses, buses, colectivos, radio taxis, gracias a las capacitaciones y cursos para sacar la licencia de conducción profesional que promueven los organismos estatales.
Además, destaca es respaldo de la Mesa de la Mujer en el Transporte Público porque “nos apoyan en el sentido de si tenemos algún problema de violencia de género, si somos pasadas a llevar, si nos faltan el respeto o acoso. Hay un teléfono, el 144, donde podemos hacer las denuncias”, expresa.
Olaya es madre de dos hijos, y la conducción profesional le ha permitido garantizar la educación de sus hijos. “A mi hijo mayor, gracias a este colectivo, yo le di sus estudios, es Ingeniero en Construcción. Mi otro hijo está terminando este año ya cuarto medio. Siempre tuve el apoyo de ellos y me dicen que siga adelante”.
La chofer de la Línea 51 llama a las mujeres a atreverse conducir en el transporte público, a restarle miedo a la actividad. “Hay que tener buenos reflejos, pero todas podemos. Incluso le digo a las señoras que si hacen el curso de manejo profesional, tienen que hablarme, buscarme, yo le paso un auto para que empiecen a trabajar. Si fuera por mí tuviera puras mujeres en la línea, son mucho más amables, atentas con la gente, más humanas, totalmente diferentes”, subraya.
Transporte escolar
“Pirateando”, así comenzó Soraya Venegas Rosales a trabajar en el rubro del transporte escolar, partió con cinco niños, al año siguiente ya eran 25. “Empecé con un auto pirateando, como empezamos casi todos. Fueron a mi casa a ofrecerme que trasladara 5 niños, y al año siguiente, ya no eran 5, eran 25. Así que me tuve que encalillar para sacar un furgón, así fue creciendo hasta el día de hoy que tengo cinco furgones y traslado como 150 alumnos hacia el Instituto Santa María y la Escuela Adventista de calle Bulnes”, detalla conductora de 48 años.
Cuando comenzó con su primer furgón y para ofrecer un servicio de calidad, Soraya se inscribió en una asociación de transporte escolar para conocer las leyes que regulan la actividad, y afirma que fue ahí donde se enamoró de este trabajo e hizo los esfuerzos necesarios para comprar furgones nuevos en la medida de lo posible, hoy tiene un total de cinco unidades para transportar niños y genera empleo para siete personas.
Con 35 años de experiencia se ha ganado la confianza de los padres, transportando niños desde etapa de prekínder a cuarto medio.
“Los mismos papás te van recomendando y uno empieza trasladando al pequeñito que va a prekínder o sala la cuna, después ya viene el jardín, después la enseñanza básica y resulta que atrasito viene el hermanito. Hay familias que le traslado 3 hijos y esos mismos papás te van recomendando con otro, y eso hace que esto vaya siendo como una red. En el trayecto de los años que llevo, jamás he puesto un letrero de que hay cupo porque, gracias a Dios, mi trabajo lo hago con tanta vocación y yo estoy enamorada de mi trabajo”, comenta.
A su juicio, una de las desventajas de trabajar en el transporte escolar es que es un rubro donde no existe compañerismo entre colegas, por tanto, es un oficio solitario.
“Es un trabajo bien individual, cada cual se tiene que preocupar de su cada cual, el trato con los colegas a veces no es muy bueno, este trabajo es un poco como celoso, en el sentido de que yo llego con tres furgones a Santa María y los tres se llenan, entonces para mis furgones casi nunca hay espacio, porque los colegas, se estaciona mal, dejan mucho espacio adelante, mucho espacio atrás. Si nos estacionáramos todos de buena manera y conservando los 30 centímetros de la vereda, 30 centímetros entre un parachoques y otro, pues cabríamos todos por calle Bulnes, pero no es así. Entonces, este trabajo es un poco entre celoso, envidioso y competitivo”, explica.
A la conducción de furgones escolares se dedican tanto hombres como mujeres, sin embargo, Soraya sostiene que los padres confían más cuando la persona responsable de los traslados es una mujer.
Respecto al momento de manejar, asegura que existe poca empatía, tanto en conductores de transporte como en las personas que se movilizan en autos particulares. “Existe hasta un machismo al momento de conducir de parte de los hombres, pero ya esto es desde el conductor de micro, el de colectivo o la misma persona que salió enojada de la casa. La gente anda como enojada, enrabiada trabajando. Entonces digo, esas personas lo hacen porque están obligadas a trabajar, pero no lo hacen por vocación, es por la necesidad de las lucas. Cuando uno hace un trabajo por vocación, se nota”, destaca.
Si hay algo que la llena de satisfacción y la llena de orgullo es que “cuando empecé en el año 89, las primeras generaciones con las que trabajé ya son profesionales y resulta que ahora le estoy trasladando a sus hijos. Entonces ya viene dando vuelta la rueda, yo fui la tía de ellos cuando ellos se estaban educando y eso solo se logra con la trayectoria de los años, y para uno es rico que te reconozcan en la calle, es un trabajo muy bonito el transporte escolar”.