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La prevención de accidentes de tránsito es por estos días no solo la principal preocupación de los organismos policiales y de seguridad, sino también de autoridades y voceros políticos, que han entendido la gravedad de un problema que no es nuevo, pero que se ha agravado en las últimas semanas.
El fin de semana hubo dos personas fallecidas, en una colisión y un atropello, respectivamente, elevando a 38 las muertes este año. A nivel estadístico, no hay un incremento importante en comparación a 2023, sin embargo, lo alarmante es que el 25% se ha producido en las últimas tres semanas, como también que en ninguno de esos casos se ha establecido que la causa esté asociada a aspectos mecánicos o eléctricos de los automóviles, ni tampoco a problemas en los caminos, salvo por la presencia de escarcha o neblina (propio y natural en estos meses del año), por lo que se trataría de fallas humanas como el exceso de velocidad, el manejo bajo condiciones de sueño o fatiga, la conducción en estado de ebriedad.
Los accidentes de tránsito -lamentablemente, esto se viene repitiendo una y otra vez a lo largo de los últimos años- son la primera causa de mortalidad en el país, aun por encima de muy serias enfermedades. Y no se ha llegado a este preocupante nivel por obra y gracia del azar, sino por la existencia de innumerables inconductas.
Los expertos coinciden que entre los rasgos culturales, que son causales de accidentes de tránsito están la falta de conciencia vial y el manejo descuidado. De hecho, pese a la ley No Chat, la conducción con una atención incorrecta a las condiciones de tránsito, es una de las principales causas de siniestros y fallecidos por accidentes vehiculares, con resultados similares a los de conducir en estado de ebriedad.
Obviamente, se trata de una cuestión de educación vial, materia que al parecer yace en el más inexplicable de los olvidos, pese a que fue considerada clave en la Política Nacional de Seguridad de Tránsito que se aprobó en 2017 y que se construyó a partir del trabajo participativo de entidades públicas, privadas, agrupaciones ciudadanas, asociaciones de víctimas de siniestros viales y actores relevantes en materia de seguridad vial. La idea era alcanzar la “Visión Cero” para Chile, es decir, llegar a transformarnos en un país sin fallecidos ni lesionados en el tránsito. Un año más tarde, en 2018, se aprobó la Ley de Convivencia Vial, impulsada principalmente por las organizaciones de la sociedad civil. La intención era compartir en los espacios viales todos los modos de transporte: peatones, bicicletas y automóviles. También se sumó la reducción de la velocidad máxima urbana a 50 kilómetros por hora. Pero todo eso que sonaba muy bien, no se cumplió. De hecho, parece que vamos en sentido contrario, como lo muestran los lamentables accidentes con resultado de muerte que se han registrado en las últimas semanas.
Cuando en el conjunto de la sociedad ñublensina se haga patente el respeto absoluto por las normas de tránsito y la convivencia vial, empezarán a revertirse las cifras que ahora dan cuenta de una absurda cantidad de muertos, heridos y discapacitados físicos de por vida.