Según estadísticas de Carabineros, el 80% de los accidentes por atropellos en Ñuble se deben a la imprudencia de los peatones, es decir, corresponden a casos en que la víctima caminaba por lugares no autorizados, cruzaba sorpresivamente la calzada, iba distraída por su celular o escuchando música, o lo hacía bajo los efectos del alcohol.
De hecho, el comportamiento de los ñublensinos en esta materia obtiene una pésima nota, como lo reconocen desde las instituciones policiales. Y es que al igual como existen conductores imprudentes, capaces de provocar choques y atropellos, también existen peatones que por imprudencia al movilizarse por la calle y sobre todo por caminos rurales, pueden ocasionar un accidente, poniendo en riesgo su propia vida y la de terceros.
El transeúnte está indefenso, aparentemente, frente a los excesos de ciertos conductores de vehículos que no reparan en su propia seguridad y menos aún en la ajena. Sin embargo, llegado el momento de explicar el alto número de atropellos con resultado de muerte en Ñuble, los expertos en seguridad vial y Carabineros, subrayan que la desobediencia es generalizada, como si los peatones creyeran que se les aplican todos los derechos y están eximidos de las obligaciones en esa materia.
Basta con detenerse en las múltiples situaciones que son apreciables a simple vista en las avenidas y calles de la ciudad, desde las más concurridas hasta las menos pobladas. Peatones que hacen caso omiso de las indicaciones de los semáforos, otros que atraviesan las calzadas incluso a pesar de que la luz verde les esté dando el paso a los vehículos; no pocos, incluso, lo hacen en actitud desafiante, como si enfrentasen al tránsito automotor para forzarlo a aminorar la marcha o detenerse.
La inexplicable rebeldía es imitada en sectores de la Ruta 5 y caminos rurales por quienes desprecian la senda peatonal (cuando existe) y cruzan por donde se les viene en gana.
Capítulo aparte, son los “adictos al celular”, peatones cuya función atencional se ve reducida al mínimo. Esta suerte de desafío cotidiano es cada vez más frecuente y es muestra expresiva de una preocupante carencia de cultura cívica e irrespeto de un principio básico de la convivencia social, incluso a pesar que nuestra legislación vial tipifica, al menos en teoría, las faltas que se cometen en esta materia.
Obviamente se trata de una cuestión de educación. El buen comportamiento en ese sentido debería ser inculcado desde los primeros niveles de la escolaridad. Algún día tal vez se habrá de llegar a ese grado de excelencia.
Entretanto, los peatones deben ser compelidos a conocer sus derechos y cumplir sus obligaciones, pues no hay justificación para estas peligrosas inconductas viales que son sancionadas por una reglamentación que ayer cumplió 13 años, pero que rara vez es aplicada.
En todo caso, el efecto disuasivo de las multas nunca será suficiente, y menos en esta materia Bien sabido es que la aplicación de multas tiene un efecto disuasivo, pues cuando se trata del bolsillo las personas son capaces de cambiar rápidamente sus hábitos, sin embargo, si ello no va asociado a la educación, difícilmente se logrará sostener un cambio cultural sobre esta delicada materia en el largo plazo.