Chillán transita inexorablemente hacia los momentos más críticos de la pandemia en las próximas semanas. El reciente informe de Proyecciones Covid-19 para Ñuble, realizado por expertos de la Universidad de Concepción, confirma un cambio de escenario, marcado por un aumento significativo de contagios asociados a las aglomeraciones y reuniones familiares registradas durante el fin de semana del 15 de agosto, cuando se celebró el Día del Niño.
El reporte, que considera como crítica la situación de Ñuble y anticipa un promedio de 80 casos diarios, advierte que cada covid positivo está contagiando a 1,73 personas, siendo uno de los R efectivo más altos del país.
Este es precisamente el momento en que el gobierno regional y la autoridad sanitaria, los municipios de Chillán y Chillán Viejo, los ciudadanos, las empresas y todos los actores sociales deben estar más sincronizados que nunca en sus respuestas.
Repetir la cuarentena es la medida más pertinente dado el creciente ritmo de contagios en la capital regional. No obstante, el confinamiento es hoy desafortunadamente un instrumento costoso y confuso.
Costoso porque el confinamiento hundió la actividad económica local y destruyó miles de puestos de trabajo. Y confuso porque la crisis de confianza, que hace tiempo arrastra la autoridad, la anula para convencer, a lo que se suma la incapacidad que ha tenido para comunicar adecuadamente la gravedad de lo que ocurre. Los errores conceptuales, los cambios de mensaje, las señales confusas, han sido una constante del Gobierno. El último, de hecho, lo vimos ayer, con el anuncio de permisos para celebrar en familia las fiestas patrias, incluso en comunas que están bajo cuarentena. Una medida tan absurda como peligrosa, que esperemos el gobierno rectifique cuanto antes.
Mientras tanto, daríamos un gran paso si cada uno de los chillanejos entendiéramos que ha llegado la hora de la solidaridad y de la cooperación, de revisar valores, prioridades y prácticas, para adaptarnos a un virus disruptivo que amenaza la vida de los más débiles, pero también el bienestar social de todos.
Llegó el momento en que todos, sin excepción, tienen que poner de su parte para que colectivamente se enfrente un problema que por primera vez exige la responsabilidad global y tiene la facilidad de colarse por cualquier grieta que se le deje.
Aquí vale la pena reforzar el llamado a la imperiosa necesidad de las medidas de bioseguridad a todo nivel, frente a lo cual no se puede dar ninguna tregua, incluso en los espacios domiciliarios, donde también se ha demostrado que están ocurriendo los mayores contagios de las personas más vulnerables.
El asunto ya no es solo de ventiladores mecánicos, sino de comportamientos generales y, por encima de todo, de tener claro que de la responsabilidad individual, proyectada hacia lo colectivo, dependerá el futuro inmediato de todos en términos de bienestar.